Juan Ortega deletrea el toreo en Valdemorillo

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La segunda de feria albergó un llenazo en los tendidos. No cabía un alfiler en La Candelaria. Trenzado el paseíllo, se guardó un minuto de silencio en memoria de los guardia civiles asesinados en Barbate. Juan Ortega se llevó la tarde de cabo a rabo.


En su primero se abrió de capa lanceando por verónicas, hundido el pecho y sueltas las muñecas rompió Valdemorillo. Esculpió el toreo. Sin más. No quedó ahí su obra, unos delantales garbosos y con la panza del capote prometían albores de cante grande. El inicio fue superlativo y un natural cobró la proyección de lo exótico. Ahí quedó todo por la desraza embestida.


Ante el quinto cuajó una de las obras de la temporada. El cuvillo volcó su ritmo que pedía algodones y seda en su muleta. Y se le dio. Con el capote por chicuelas cató la dulce y enclasada embestida, con garbo los brazos jugó el capote. La media cobró el máximo exponente. El inicio por ayudados por arriba aquilató al público, el toreo por bajo encaminaba la ilusión del letargo que entraba la tarde. A derechas hubo continuidad, series entrelazadas con ritmo. Pero, cuando se echó la mano muleta a la mano izquierda acabó Ortega con la tarde. La franela viajaba con el pulso de lo clásico, desgarrados los naturales, que  buscaban la profundidad y la hondura a los pies de la sierra de Guadarrama. Mejor no se podía torear, pero una serie, genuflexa por naturales, alzaron  la faena a las cotas más altas. El final andando al toro recordó el aroma de lo antiguo. Un espadazo hasta las cintas puso las dos orejas en su mano.


Talavante abrió la tarde ante un ejemplar de nula fuerza y con el cuarto tampoco sacó agua del pozo ante la mortecina condición del funo, desclasado.


Ginés Marín pasó lo suyo ante el tercero, que se quedaba debajo y con la cara por encima del palillo. Hizo un esfuerzo acabando entre los pitones del animal. El sexto echó la persiana pronto, lo mejor llegó en el inicio de rodillas. 



Plaza de Toros de Valdemorillo. Feria de San Blas. Lleno de no hay billetes. Toros de Núñez del Cuvillo, desiguales en presentación y desrzados, a excepción del quinto, con ritmo. 


Alejandro Talavante, silencio y silencio 


Juan Ortega, ovación y dos orejas 


Ginés Marín, ovación y silencio 

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