Andrés Palacios y Mario Sotos destacan en Pozuelo de Calatrava

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Andres Palacios Pozuelo




Andrés Palacios y Mario Sotos destacan en Pozuelo de Calatrava


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   Redaccion

Plaza de toros de Pozuelo de Calatrava (Ciudad Real). Un tercio de entrada. Corrida de toros.

Se lidiaron seis toros de Gregorio Garzón, desigualmente presentados. Primero desfondado. Noble y dócil por el derecho aunque muy justo de fuelle el segundo. Noble y con calidad el tercero, aunque de muy poca duración. Faltos de vida cuarto y quinto. Mejor el terciado sexto.

Andrés Palacios: dos orejas y oreja.

Miguel Giménez: oreja y silencio.

Mario Sotos: dos orejas y dos orejas.

A las 19:00 estaba previsto el inicio del festejo en Pozuelo de Calatrava, pero no fue hasta las 19:22 cuando salió el camión a regar la plaza, y a las 19:29 el momento en el que salió el primer toro, un ejemplar con el fuelle y la raza tan bajita que llegó a echarse al comienzo de la faena de muleta, después de apenas haber recibido castigo con la puya. Antes destacaron tres verónicas de Andrés Palacios por el pitón izquierdo. Con estos mimbres poco pudo hacer el de Albacete más allá de mantener la compostura, mantenerlo en pie, y matarlo decorosamente, extremos que consiguió, paseando dos generosas orejas.

Una trincherilla soberbia de Palacios fue lo único que nos pudimos llevar al baúl de los recuerdos de la lidia al noble y soso cuarto, en la que Palacios se los dio, sin prisa, de uno en uno, como en un juego, con el toro yendo como un bobo – con perdón- tras la tela roja. Como mató a la primera sumó un nuevo trofeo a su esportón.

El segundo fue un novillote por trapío, noble hasta la saciedad por el derecho, pitón que, por cierto, se partió en el peto. Miguel Giménez compuso la figura llegando a forzarla para componer una faena periférica rematada a la segunda tras dejar hilvanado el estoque en el primer intento.

En el quinto Giménez volvió a ejecutar un toreo aparente, de descaros con el toro, pero sin apretura alguna. Tras un trallazo infame de su matador, el toro, al que no le sobraba la fuerza, se derrumbó, y cuando se incorporó – con intensa ayuda por parte de los banderilleros- había perdido el endeble hilo de movimiento que tenía antes del derrumbe. Ante tal tesitura Giménez, no sabemos si aliviado o pesaroso, se fue a por la espada, manejada deficientemente.

Mario Sotos se las vio con un tercer precioso toro salpicado que embistió como un carretón por el derecho durante cuatro tandas. El albaceteño lo condujo a veces hasta el final, y otras lo descarriló a mitad de tanda. Cuando cogió la mano izquierda el de Garzón se había apagado casi por completo. Mató certeramente a la primera y dos orejas acabaron en sus manos.

El sexto tuvo pocas carnes, por lo que le costó menos trabajo moverse. Y se movió, con cierta calidad y emoción por los dos pitones, aunque a media altura. Anduvo a gusto con él Sotos, unas veces escondiendo la pierna de salida y otras cargando la suerte, casi siempre con temple, aunque fue un toreo liviano al no poder bajar la mano. Coronó su actuación con media arriba que fue suficiente para que el de Garzón doblara y a las manos de Sotos llegaran dos orejas, que paseó cuando se cumplían tres horas de festejo.

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