La izquierda de Aguado, al rescate de la tarde en Madrid

A última hora y con dos horas encima de auténtico sopor y aburrimiento, por el nulo juego de los Juampedros, Aguado volteó la plaza con un carísimo toreo al natural, fueron quince muletazos de gran belleza y plasticidad para cortar una oreja de ley tras un espadazo. El prólogo del trasteo fue andando hacia los medios al buen Torrealta, que se dió con buena clase por el pitón izquierdo. Los cambios de mano por delante ponían sabor. Los remates alzaban las rondas a izquierdas de buen pulso y temple, bien dibujadas ellas, puro vuelo de muleta para que volcase el buen son el pupilo de Torrealta. El final por ayudados y sobre todo los naturales tuvieron muy bien sabor. Solo quedaba matarlo por arriba y lo hizo. La estocada de la feria.

Eso fue lo más potable de un conjunto desbravado de Juan Pedro Domecq, un encierro desigual en presentación que se tapaba por su gran arboladura de pitones. Aguado consiguió sacar agua del pozo del cuarto, que se movió con cierto son en los primeros compases del trasteo para que el sevillano corriera la mano por ambos pitones en cuatro series de buen dibujo, y sobre todo en intención de querer. El segundo se dió rebrincado por el poco poder. 

De la tarde de Juan Ortega se puede desgranar poquito por su lote. Su primero se dió con nula vida. Solo un par de naturales. Con el tercero no hubo forma, haciendo hilo y sin salirse de los vuelos, Ortega gastó tiempo sin que aquello cogiera forma. El quinto, brindado a Roberto Domínguez, no dió tampoco juego, desrazado. Una tarde que también fue de escaso contenido de capote, solo un par de verónicas sueltas de ambos y quites por chicuelinas.

Plaza de Toros de Las Ventas. Feria de San Isidro. Lleno de no hay localidades. Toros de Juan Pedro, se taparon por sus cornamenta y desrazados, y Torrealta (6°), de buena clase a izquierdas.

Juan Ortega, silencio, silencio y silencio.

Pablo Aguado, silencio, palmas y oreja.