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La gloria de Miguel

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EDITORIAL / PEDRO J. CÁCERES


La gloria de Miguel


Así es la vida: la gloria eterna y la gloria terrenal se han dado la mano en 48 horas. La muerte, sorpresiva, en plena madurez vital, de Miguel “Armillita” ha sumido a la Tauromaquia Universal en una profunda tristeza que sin embargo no ha empañado la tremenda alegría, que él mismo habrá experimentado con el cuerpo todavía en, quasi, “rigor mortis”, del Premio Nacional de Tauromaquia a su amigo y admirado Enrique Ponce.

Porque así era Miguel. Un hombre generoso, amigo de sus amigos y torero de toreros a fuer de ser un gran admirador de sus compañeros y viceversa. El mismo Enrique Ponce voló de Lima a México para asistir a las exequias.


Miguel, a pesar del “Armillita” de estirpe fue un figurón del toreo en México, por lo tanto, controvertido y, muchas veces, cuestionado. Ignoro si el gran Vicente Fernández se inspiró en esas tardes mágicas de Miguel en el embudo de Insurgente para inmortalizarse con su versión de “El rey”.

Y tiene mérito que, en España, pese a no tener grandes triunfos fuera reconocido como una figura despertando la expectación pertinente.


Conocí a Miguel hace muchos años (he hecho más de 30 viajes a México) y desde el minuto uno percibí que era un hombre que merecía mucho la pena y un torero a seguir. Tuve la suerte que él me distinguiera con su amistad por lo que la estacionalización de encuentros no se limitaba al país azteca, sino que en sus frecuentes viajes a Madrid procurábamos el encuentro para seguir estrechando lazos y charlar de toros alrededor de un tinto hasta se nos ponía a los dos un mapa de La Rioja (o Ribera) en la cara.


No sé dónde va a llegar este maléfico 2017 (Manolo, Sebastián, Gregorio, Iván, Dámaso, Victorino), toquemos madera. Pero me queda la dicha de saber que gozan de la gloria eterna, como toreros y como hombres; lo mismo que Enrique Ponce de la, permanente, gloria terrenal, y que sea por muchos años.

Descansa en paz Miguel, y enhorabuena Enrique; amigos del alma ambos.

¡Ha muerto el rey! ¡Viva el rey!





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