EDITORIAL DEL PROGRAMA LA DIVISA DEL 30 DE SEPTIEMBRE
PEDRO J. CÁCERES
La “espantá” de One Toro
One Toro nos ha dejado a los aficionados (los profesionales del sector, se entiende, son también aficionados) compuestos y sin toros en la tele. Justo en las dos citas más importantes del final de temporada: Madrid y Sevilla. Todo tras un comunicado en que, tras echar la culpa al empedrado, varios, declaran la inviabilidad de seguir tras arrojar 12 millones de euros de pérdidas.
¿Era el tope de déficit como para no aguantar media docena de espectáculos, dar por finalizada la temporada y aprovechar el invierno para el diálogo, ver la posibilidad de reorganizarse con el sector y, en el peor de los caos, cerrar la tienda dando tiempo a otras alternativas?
O, más bien, sintieron mancillado su orgullo al conocerse el “aviso” de Plaza 1 de no permitir televisar si no se ponían al corriente de pago e iniciar la huida hacia adelante a falta de los festejos citados por inviabilidad ante que por morosos.
La historia de la ruptura con una plataforma con músculo como Telefónica nunca terminó de explicarse y sigue flotando en el ambiente otra guerra de egos, de absurdo poder, de Movistar o la cúpula del sector. Todo, mientras de una forma sinuosa, se presenta el embrión de One Toro, más tarde Mundotoro TV, otra vez One Toro, y cambios en el equipo directivo donde, quien pasa por ser la cabeza visible, “El Alemán”, lleva tiempo en paradero desconocido.
El irse a negro a última hora no ha dado margen de maniobrabilidad a quienes pudieran haber parcheado solución cara a la afición: las comunidades de Madrid y Andalucía a través de sus autonómicas. De hecho, Telemadrid retransmitió en abierto, en San Isidro, 14 festejos.
Una vía de futuro inmediato (2025), la de las “autonómicas”, que deberá plantearse el sector ante la falta de plataformas potentes que opten por los toros, y no aventuras. Y en abierto.
Pero también el sector, si piensa en la difusión de la Fiesta y en el aficionado (y no solo en “llevárselo” y sálvese quien pueda) debe acondicionar sus exigencias de derechos, un proceso de catarsis, para adecuarse a la realidad de la productividad.
Escribe tu comentario