Desmesuras, exigencias y necesidad de sobrevivir en un sector de ADN selectivo

Una bomba de relojería

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NOVILLADAS EN LAS VENTAS


UNA BOMBA DE RELOJERÍA



Desmesuras, exigencias y necesidad de sobrevivir en un sector de ADN selectivo


Novilleros heridos en Las Ventas en 2016


Gallo de Córdoba (10/04)

Miguel Ángel Silva (01/05)

Luis David Adame y Filiberto (16/05)

Rafael Serna y Guillermo Valencia (12/06)

Juan Miguel (19/06)

Juan Carlos Carballo (26/06)

Luis Manuel Terrón (17/07)

Pablo Belando, Tulio Salguero  (24/07)






La noticia del último herido grave en Las ventas, el novillero Pablo Belando ha vuelto a poner sobre el tapete un debate nada nuevo y sí muy manido. Preocupante.

Preocupante por la lectura sesgada y oportunista que se está haciendo con un fondo de verdad pero con formas de medias verdades, y ya se sabe lo que suponen estas.

El dato de los 11 novilleros heridos en lo que va de temporada es similar al número de toreros caídos en Las ventas en la temporada pasada.


Lo que sí se oculta o se pasa de puntillas es que en ese “circo romano” se llevan cortadas una decena de orejas, que es verdad que la mayoría van a servir para poco, pero esa es cuestión de otro negociado.



Todo ello no obsta para que se discuta y se analicen las causas de tal alarma pero si vamos más allá del tamaño, hechuras, peso y trapío del novillo “de Madrid” (yo creo que sigue siendo excesivo pese a los “recortes” de esta temporada y que hay que seguir reconduciéndolo, poco a poco, hacia la racionalidad sin que tenga por qué convertirse en “becerro” como se demostró en San Isidro con la novillada del Montecillo o la novillada de Parralejo en la Feria del Toro… –“grande, muy grande”- de Pamplona).


Todo a partir de la realidad que da argumento a la esencia, el ADN, de la Tauromaquia: los toros cogen, hieren y matan. La dualidad entre la suerte y la muerte, y los extremos casi siempre se tocan.


Pero si mezclamos en la coctelera los tres ingredientes de este titular (desmesura, exigencia y necesidad de sobrevivir en la profesión) resulta una bomba de relojería que este año, año de nuevo pliego, está explotando en las manos de los responsables y tentando la ropa de los nuevos muñidores de la Comunidad de Madrid.


Una desmesura de festejos novilleriles en la programación de la temporada en la que por mor de un sistema de supervivencia provocado por algo más que la crisis no hay camadas en el campo para abastecimiento.

Toda vez que, por lo expuesto, los ganaderos, además de reducir drásticamente cabezas, se curan en salud criando el pre-toro que valga lo mismo para novillada de saca o de corrida meses después.

Esa desmesura del pliego obliga, a su vez, para cubrir cupo, a buscar y rebuscar en el escalafón novilleros en grado de desesperación, con poco bagaje y preparación; ilusionados con que suene la flauta y cambie su suerte y su vida. Fiarlo todo a una tarde.


La intransigencia de una supuesta “afición” desnortada, caduca y trasnochada tomando como rehenes a la tímida autoridad y facultativos instalados en el “tancredismo” abunda en la exigencia de un novillo que es más toro que los que matan las figuras en plazas de segunda, incluso en alguna de primera, y (sobre todo) acosa desde el tendido a los novilleros para que hagan -con tales animales- la cuadratura del círculo llevándoles al límite con sus gritos extemporáneos y sus constantes censuras con eco sacando de contexto lo que es la esencia del festejo: novilladas y novilleros.


Todo ello desemboca en un estado de ansiedad en los aspirantes sobre el convencimiento de la necesidad, por lo civil o lo criminal, de triunfar en Madrid como punto de partida para circular; circunstancia que “rara avis” suele darse salvo para que te repitan.

Y suele ocurrir que lo que pasa es que se devuelve el triunfo anterior y punto y pelota; pasa palabra y que corra el escalafón de necesitados.


Que nadie culpe a la Empresa que es otra víctima de un pliego descabellado del que los responsables no han dicho “ni pío” (pío, pío, que yo no he sido) y que -avalan los datos que relato más arriba- se ha esforzado por reducir tamaño y anunciar novilladas con cierta garantía dentro de lo complicado que es con esta exagerada programación y por otro lado, me consta, una lucha constante para -sin contravenir el contrato firmado y la aceptación del pliego- reformar el calendario, pero con poco éxito.


Ahora La Comunidad está a tiempo de extirpar el tumor, pero me da la impresión que va a optar, por lo que se filtra, por cirugía reparadora: de 25 a 16 novilladas; parece drástico pero me sigue pareciendo excesivo con la coyuntura descrita en fase irreversible antes que reconducible.


Más si entre otros despropósitos del nuevo pliego, como conoceremos en unos días, la responsabilidad es de un lego al que el partido le ha buscado un sueldecillo y éste, a su vez, delega en un “experto”… en encierros y toros en la calle (los del aguardiente); justo la antítesis de lo que está haciendo falta.


La cosa no pinta bien y apunta a más de lo mismo: los de la CAM a vivir del momio y que la sangre de los toreros sea “cosa nostra” propia de la tauromaquia.

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