​La irreprochable irresponsabilidad de Roca Rey

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PJC.N

EDITORIAL DEL PROGRAMA LA DIVISA DEL LUNES 7 DE AGOSTO

PEDRO J. CÁCERES


La irreprochable irresponsabilidad de Roca Rey


Siempre se ha dicho que los toreros son de otra pasta referente a la diligencia con que curan sus heridas y golpes.

¿Cuál es esa otra pasta, puesto que el valor se les supone? La responsabilidad, más si están en la cima del toreo, y no un cuarto de hora, y por algo son figuras mandonas en el escalafón. Responsabilidad y respeto.


Respeto al vestido de torear (su profesión) y por ende al público, los compañeros y el empresario que ve en ellos una tabla de salvación taquillero para la viabilidad presupuestaria de un festejo o, incluso, toda una feria.


Roca Rey ha fraguado toda su carrera, desde novillero, sobre la base del valor ¿temerario?, la raza, coraje y amor propio. Por eso es máxima figura y por ello es garantía de “no hay billetes”. A partir de ahí va surgiendo la depuración artística para ser una primera figura y no un “tremendista”.

Su trayectoria está plagada de percances y porrazos que en más de una ocasión le han hecho parar, cuando no cortar una temporada.


En Santander sufrió una cogida tremebunda de la que milagrosamente salvó el pellejo a costa de múltiples contusiones y magulladuras. Esa “otra pasta” que colisiona con los dictámenes de los galenos le llevó a reaparecer 1o días después, insuficiente a todas luces, en Huelva: otras dos volteretas de escándalo, incorporándose sin mirarse.


48 horas después hacía el paseíllo en El Puerto de Santa María, Lo ocurrido, ya lo saben, una cornada de 18 cm. en el gemelo. Mata su toro, ingresa en la enfermería y contra el dictamen de los médicos sale a matar su otro animal. Misión cumplida, pero ahora si había que parar, y en ello está en recuperarse.


En una profesión de riesgo, y más en figura máxima hay que estar al 100%, pero la responsabilidad y los compromisos les hace caer en esa irresponsabilidad consigo mismo para no defraudar a quien le paga, a los aficionados que lo sostiene y no dejar al compañero o compañeros a su suerte.


Bendita irresponsabilidad ante la irreprochable responsabilidad de saberse figura máxima del toreo y asumir sus peajes.

Estos son los hombres, de carne y hueso, que hacen que “el toreo sea grandeza”.



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