​Saudade

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PJC.N


Saudade

Morriña, nostalgia, añoranza, dígase en gallego o en castellano, de la Galicia taurina.

Unos las firman y otros las torean. Así arribé el viernes a Pontevedra a sustituir(según Enrique Ponce, las sustituciones son soluciones de problemas) a Vicente Zabala, aquejado de COVID, para la presentación en sociedad de la Feria de la Peregrina y puesta de largo de Tomás Rufo; una de las atracciones de una feria que no da resquicio a la pereza por ir a taquilla y sacar el abono o las entradas.


Llegué con el nostálgico recuerdo de esa época gloriosa de la tauromaquia en Galicia, cuando aprovechamos los dos fines de semana en Pontevedra, adelantábamos, o atrasábamos, viaje a la feria de Coruña y, de por medio, disfrutábamos de su clima, paisaje y, sobre todo, su gastronomía. Y, por supuesto, de la dulzura de sus gentes, tanto como su lengua vernácula.


Y si es verdad que llegué con dudas, no es menos cierto que regresé ilusionado, pese a la ausencia de toros en Coruña y la reducción a un fin de semana la feria de Pontevedra. Pero, lo de Coruña parece irreversible mientras Pontevedra puede, tras los tiempos de incertidumbre de pandemia, con el tiempo, recuperar sus dos fines de semana, y no a mucho tardar.

La afición, encarnada por más de 40 peñas y su eficaz y diligente coordinadora, así me lo hicieron barruntar en un acto preñado de clase, buen gusto, afición, etc. Y con el papel -de un gran salón- acabado, rebosante de niños, “adoles” y jóvenes, mestizados con  maduros y provectos aficionados de toda la vida.


Eso es oxígeno. Los cerca de 60 minutos en que Tomás Rufo firmó autógrafos y se hizo fotos con todo el personal, principalmente mendo, fue un canto a la esperanza en que el único y último bastión de la tauromaquia en Galicia no es que esté vivo, es que es efervescente.


Pero las cosas no son porque son, tienen su casuística, y se llama familia Lozano, que ha mantenido la propiedad de la plaza, contra viento, marea y tentaciones urbanísticas. Hace años acometió la cobertura del coso, y su escrupulosidad en el mantenimiento es un norte, como si fuera inmueble de uso diario.

Eso se llama afición, y matrimonia -como una sola familia- con peñas y ciudadanos, como pude comprobar, garantizando la continuidad, y no testimonial, de los toros en Galicia.


Llegué escéptico a cubrir un expediente y volví con la ilusión de niño chico con zapatos nuevos, blusón, o polo, y “pañueliño”  para, los días 13 y 14 de agosto, por “La Peregrina”, volver, y ser un peñista más. Esto si es “Galicia calidade”, mal que le pese a algunas, algunos o algunes.



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