López Simón y Roca Rey protagonizaron en Castellón el festejo de la novedad y de la verdad, pese a que no acudiese la raza de Juan Pedro a la señalada cita. Con ellos valió.

El recuerdo de una feria con un triunfador mayor, Enrique Ponce.

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CRÓNICA DE CASTELLÓN (M.A. HIERRO)


La Magdalena 2016 ya es historia. Y lo es sobre todo, por haber acogido el primer mano a mano entre los dos toreros que entretienen el presente en labrar el futuro. López Simón y Roca Rey protagonizaron en Castellón el festejo de la novedad y de la verdad, pese a que no acudiese la raza de Juan Pedro a la señalada cita. Con ellos valió.


Fue suficiente la torería mística de un López Simón que llena el escenario tanto como se compromete en la puesta de alma y vida en los embroques. Lo fue el valor de un Roca Rey sin suerte, cuya entrega convenció al pagano levantino. Fue el recuerdo de una feria con un triunfador mayor, Enrique Ponce.


El valenciano que vida sus cuarenta y tantos años la plenitud de su vida, le cantó dos nanas perfectas a la clase sin empuje de dos toros de Cuvillo con más calidad que trapío. Entrega y honradez ofreció Padilla para salir en hombros junto a un esforzado Vicente Soler que tomó la alternativa al calor del paisanaje.



Brilló la superioridad de Talavante para salir en hombros con pasadas más que con embestidas de una zalduendada sin raza que dejó casi inédito a Fandi, y le sirvió a Cayetano para coger el pulso por intención al medio toro que sale. Porque medios toros hubo unos cuantos, todos los que tuvieron virtud, pero el apartado ganadero es el que debe vigilar esta gran feria. 



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