EDITORIAL DEL PROGRAMA LA DIVISA DEL LUNES 14 DE JULIO 2025
PEDRO J. CÁCERES
Un verano con olor a cloroformo
La semana ha sido dura, muy dura, sobre todo para esos toreros (matadores y novilleros) que no ven otra forma de abrirse camino, “dejándose matar”, y aun así tampoco.
Todavía, pasados unos días, seguimos impresionados por el cornalón sufrido en la final a 3 del “Circuito de Novilladas” de Madrid por Sergio Rollón.
Las imágenes, dejando charcos de sangre en la arena, los auxiliares ensangrentados llevándolo camino del quirófano móvil, y su posterior traslado en helicóptero hasta “la Paz”, encogían el alma.
Hubo un momento que hubo que reanimarlo, recuperarlo, porque se iba, por los destrozos en vena y arteria femoral y safena.
La buena noticia es que se recupera en la UCI, todavía en observación de evolución.
El festejo, con buen criterio, fue suspendido tras la espeluznante cornada.
No es la primera vez en lo últimos días que esa circunstancia, la suspensión, se produce. En las semifinales las cornadas sufridas por García Pulido, y, sobre todo, Álvaro Burdiel lo provocaron.
Pulido ya está, felizmente, recuperado; y Burdiel está en proceso.
El flamante triunfador de la Copa “Chenel”, Sergio Rodríguez, tampoco se libró de oler a cloroformo, en una tremenda voltereta, y ha sido contundente en la entrevista de “El Mundo”: “El sistema te obliga a hacer cosas precipitadas”.
Con precipitarse se refiere a tener que asumir riesgos de enfrentarse a corridas que requieren sobrada experiencia sin haberla adquirido todavía ante la falta de oportunidades para abrirse paso en el escalafón superior.
El jueves pasado, en las nocturnas de Las Ventas, otro joven y prometedor novillero, Mariscal Ruiz dejó sin palabras a los tendidos de la Monumental al resultar volteado y caer, malamente, inerte a merced de los pitones del novillo. A día de hoy, se le ha aplicado un TAC en la cabeza, con resultados esperanzadores y ha recibido el alta hospitalaria.
Todos los que se visten de torero salen a jugarse la vida, sin discusión, unos más que otros, y otros más experimentados y preparados que los que torean menos, siempre lo más duro (es lo que hay), generalmente los necesitados de contratos, que pese a todo el sufrimiento y triunfos no tienen recompensa.
La lista de la clase meritoria que ha pasado por San Isidro con aromas de merecer más es larga, lo hemos venido de denunciando en La Divisa. Y salen las ferias y clamamos porque estos toreros tengan sitio, el que se han ganado, y eso es una lotería detestable.
En Pamplona, la guerra de la reivindicación se ha cobrado a un Rafaelillo desguazado, y, magullados, se han salvado, por los pelos, y el capotillo de San Fermín, en los últimos días, Juan de Castilla y el triunfador Fernando Adrián. A Fortes, su oreja, casi le cuesta un disgusto a la hora de matar, donde el pitón le silueteó la yugular.
No digamos de esos novilleros punteros que llegada la alternativa y la confirmación con visos de proyección y relevo generacional, ven, con cierta frustración, como les han parado. Hay varios ejemplos, y, pese a ello, los que les siguen en ese escalafón, como se ha demostrado, salen a entregarse, a ver la muerte de cerca, en la esperanza que su caso no sea como el de la legión de compañeros que chupan banquillo.
Lo ha expresado Sergio Rodríguez en frase corta, pero para esculpir en mármol: “El sistema te obliga a hacer cosas precipitadas”.
Un verano con olor a cloroformo.
Escribe tu comentario