​Bilbao: Azkuna, el Guggenheim y la Semana Grande taurina

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PJC. BILBAO



EDITORIAL DEL PROGRAMA LA DIVISA DEL LUNES 29 DE AGOSTO

PEDRO J. CÁCERES



Bilbao: Azkuna, el Guggenheim y la Semana Grande taurina


Llegué a Bilbao, por primera vez, en agosto de 1983. El innombrable año de las terribles inundaciones. Recuerdo  que tuvimos que salir del hotel Ercilla por pies horas antes de la tragedia. Sin embargo, algo tuvo, para mí, Bilbao, que tal tocata y fuga me supuso una provocación de volver al año siguiente, y, así  -cautivo del Botxo-,  hasta el 2020, por la pandemia y sus consecuencias. Por lo tanto 27 años ininterrumpidos de “Aste Nagusia” ( y muchas, muchas,  visitas fuera de feria) para saber de lo que hablo y escribo.

He vivido, por tanto, el Bilbao gris pizarra y poco atractivo de su maltratada ría, por culpa de la industria siderúrgica, que se compensaba con su gente, su hospitalidad, su gastronomía y una “Semana Grande”, grandiosa, sobre la base del buen comer y beber, toros y teatro. Fiesta, con mayúsculas, sana, divertida y con poso para repetir.


He vivido su evolución al gris marengo, primero, y el gris perla después hasta el esplendor del bilbao moderno, azul, azul Bilbao, monumental y confortable, de proyección de futuro con emblemas como el Guggenheim, Palacio Euskalduna , etc. Y la ciudad, gris, se convertía en luminosa por su gente y ambiente, como si trazaran una frontera invisible entre sus calles y avenidas y las amenazantes nubes: grises, negras (entrepeladas, zaínas, mulatas, cárdenas) de todo tipo.

Un Bilbao que tras la inauguración del “Gugen” tiene su ariete y baluarte de modernización y prosperidad con la llegada de Iñaki Azkuna, 1999, a la alcaldía de Bilbao, que es quien protagoniza, hasta su fallecimiento en 2014, en primera persona, el auge de la capital vizcaína.

En esa época, con la llegada del siglo XXI, Bilbao está en el mapa mundial como la ciudad modelo que es hoy.


Bilbao, durante aquellos años de reciclaje, vivía de la industria, del sector servicios y ,sobre todo, de los hombres del maletín; aquellos ejecutivos, profesionales y obreros del puente aéreo Bilbao-Madrid, incluso Barcelona. Con deficientes comunicaciones por ferrocarril y carretera (peaje), las frecuencias aéreas, no muchas, propiciaban estancias y que hoteles y restaurantes se llenaran entre semana.

Bilbao no podía abastecerse de nativos en el “week end” ni en su Semana Grande. Además, al “Guge” también le costó romper. Y así se emprendió una agresiva política de precios para atraer visitantes en esos períodos.


Y así, ahora me refiero a los taurinos, entre otros, recibíamos ofertas, por e-mail, de los diferentes hoteles con tarifas muy competitivas y asequibles para echar todas las fiestas: durmiendo, comiendo ,bebiendo, copeando en la noche… toros y teatro, sin tener que empeñar colchones ni otros enseres.


Ahora, en estos días, han saltado las alarmas y mensajes catastrofistas sobre las pobres entradas, salvo 3 días, que ha registrado el coso de Vista Alegre. Salvo esas 3 corridas con, carteles de figuras, la plaza, en sus raquíticas entradas, ha estado nutrida de lugareños y pocos forasteros. Y Bilbao necesita del personal universal que hizo, en esos extraordinarios 3 lustros, fuera, por Semana Grande, la capital del mundo, sobremanera del mundo de la tauromaquia.

Y, el roto visual, de patética imagen, no ha sido mayor por el viejo truco de la ilusión óptica, sustituyendo el monocolor, uniforme y  tristón, del cemento por la confusa variedad colorina de las butacas.


Por mucho que ,en caliente, nos rasguemos las vestiduras de esta pobre feria, esto viene de atrás, y el auge, ya irreversible del museo “buque insignia”, entre otros reclamos turísticos, que han disparado los precios, incluso el alpiste de los jilgueros, hacen  difíciles estancias largas.


Es cierto que la empresa, la nueva concesionaria, podía haber hecho las cosas mejor, tanto en carteles como en promoción y comunicación (aquí ha sido un desastre), pero, no nos engañemos, la feria taurina, como hemos comentado, no se autoabastece de vascos. Y el ser una ciudad turística de rango mundial, durante todo el año, ha puesto imposible que el ciudadano medio de Semana Grande (de toda España, Francia y América) pueda echar, sin miserias, más de un día, dos, tres a lo sumo.


Entre el precio de las entradas, los toros es un espectáculo muy caro, hotel y “manduca” más los extras, una pareja, no mochilera, no lo hace por menos de 500 euros jornada, sin contar viaje.


Claro que se pueden hacer mejores carteles y rebajar el precio de las entradas, peo es tapar el sol con un dedo. Una solución sería llegar a acuerdos con los hoteles para ofrecer packs asequibles de estancia y entrada, incluso con la restauración. Podría, pero el autismo de esta empresa, desconectada de la sociedad, no augura políticas de futuro en ese sentido.

Algunas voces claman por que no sea televisada. Pero la televisión es, precisamente, la que cubre los costos de los espectáculos de aforos más pobres, incluso, casi siempre los rentabiliza.

O acortar en festejos las Corridas Generales, como han hecho otras ferias importantes, pero entonces Bilbao perdería su ADN de “todo grande” y su hecho diferencial.



Y, en ese caso, “bueno es padre para que le quiten la txapela”.

1 Comentarios

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Fantástico artículo … cruda realidad …bravo Pedro Javier Cáceres

escrito por mercedes 30/ago/22    16:23

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