​¿Graciosa huida o apasionada entrega?

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EDITORIAL DEL PROGRAMA LA DIVISA DEL 17 DE SEPTIEMBRE 2018

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 PEDRO J. CÁCERES


¿Graciosa huida o apasionada entrega?


Los toros cogen, normalmente hieren e incluso matan.

Los toreros tienen asumido que, a las hipotéticas 5 de la tarde, tienen una cita con la suerte o con la muerte, que dijo el clásico.


La tremenda cogida de Paco Ureña en Albacete, que afecta a su ojo izquierdo, nos tiene ocupados entre la lógica preocupación -por las noticias que llegan desde el servicio de oftalmología del Hospital General de la capital manchega- y el debate sobre si debió pasar inmediatamente a la enfermería o hacer lo que hizo: seguir toreando.

Afortunadamente el debate, por el tipo de lesión, desde el minuto 1, lo deja zanjado el cirujano jefe de la Plaza de toros de Albacete (Dr. Pascual González Masegosa) en la entrevista que ha concedido al programa “La Divisa” y que, en unos minutos, abriendo programa, podrán ustedes escuchar.

Sobre este particular el eminente galeno es contundente: no influyó para nada el que siguiera toreando, podía haberlo hecho por más tiempo y las consecuencias serían las mismas.

Por lo tanto, debate zanjado, salvo que los agoreros y taimados que no entiende que el toreo es una filosofía de vida seguirán hurgando en tan estéril discusión.


Creo que fue el gran Pepe Alameda que hay momentos en que es preferible “una graciosa huida a una apasionada entrega”.


Ureña optó por la segunda, como, estoy seguro, hubieran procedido un altísimo porcentaje del escalafón. Y ello es lo que les hace diferentes, héroes.

Es precisamente ese hecho, incontrovertible de ¡torero!, el que, no solo, engrandece la figura del torero lorquino, sino que coadyuva a la permanente dignificación y canonización –casi- de toda una profesión.

Ya sé que el coste ha sido alto, pero el toro se ha cobrado una factura que no cotiza en Tauromaquia. Sí perduran, al alza, los gestos y las gestas, y lo de Ureña es de toreros, de toreros tan machos como grandiosos.


Sólo queda desear su recuperación total, al cien por cien, para poder, los aficionados, rentabilizar -con su toreo de pureza- los momentos de angustia inmediata y de esperanza posteriores, fase en la que nos encontramos y que él siga su hoja de ruta hacia la cima del toreo como la está rozando.

El gesto, la gesta, la torería de Ureña queriendo matar su toro es algo a poner en valor, en mucho valor, antes que cuestionarlo.


Ya dijo, otro clásico, que “de osados están los cementerios llenos”, pero en ese capítulo (osados) no entran los toreros, que son gente muy cabal.


Quedémonos con otro aserto: “nunca se habla de los cobardes”, y en los toreros el valor se supone, por supuesto, pero cuando llegan estos gestos ese valor cobra fuerza de un ciclón.

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