​El indulto de “Leguleyo” (Jandilla)

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PJC

EDITORIAL DEL PROGRAMA LA DIVISA DEL LUNES 18 DE MARZO 2024

PEDRO J. CÁCERES


El indulto de “Leguleyo” (Jandilla)


Era el 3º toro de la tarde. Una tarde de Fallas (Valencia) con el coso a reventar: “no hay billetes”. El público, en el epílogo de su cometido, empezó a pedir el indulto, sin provocación previa de su matado (Roca Rey), el dato es importante.

¿Qué tuvo “Leguleyo” para que se le pidiera el indulto? Por fuera, hechuras, trapío para cualquier plaza de primera y, en definitiva, una seriedad de conjunto. Por dentro, bravo hasta la muerte.


Conjugaba acometida, agresividad, que destilaba nobleza cuando se le hacían las cosas bien. Entrega, humillación, fijeza, pero sin perdonar, ni regalar, nada. Muy exigente, pero no intransigente; transmitiendo una emoción desbordante, siempre a más. Fondo y duración. Ni un atisbo de rajarse.


Los eruditos constatan que no se le vio en el caballo por el deseo del matador de dejarlo crudo, pues en el capote el animal ya mostraba ser “de cortijo”.


Y si la suerte de varas es importante para la pureza de la lidia, las dudas que pueda presentar sobre su comportamiento en el peto pueden ser un atenuante a la hora de perdonarle la vida, nunca eximente. Más en la tauromaquia de hoy donde prima, para el público, el que paga, su comportamiento en la muleta, donde surge la emoción y la comunión entre toro, torero y público.


Mínimas dudas en Roca Rey (extraordinario, los toros también tienen que tener suerte en el sorteo, en las manos que cae) para proceder a matarlo. Con “media lagartijera”, el “Jandilla”, fue a doblar en la misma boca de riego. Se había ganado el indulto, más ya era tarde.


Los profesionales, los que tiene obligación de saber de esto, en una encuesta de urgencia a pie de burladeros eran unánimes: sí, era de indulto.


Las crónicas hablan y escriben, quedándose a la pala del pitón, de “toro de vacas”, pero no se manifiestan de su suerte final: ni sí, ni no, sino todo lo contrario.


Y dos particularidades. Una ¿le hubiera servido al ganadero, no para ponerse una medalla, sino para procrear y optimizar el futuro de la, ya prestigiosa, ganadería e ir a más en la conservación del patrimonio genético de la dehesa de bravo, en particular, y de la Tauromaquia en general? Rotundamente, sí. Borja Domecq lo tenía claro.


Dos. En los momentos actuales que atraviesa la Tauromaquia, con los ataques indiscriminados, e ignorantes, de los movimientos animalistas, hubiera sido un refutar que esta Fiesta no es sanguinaria, y que no se maltrata al toro. Antes bien, cuando un animal, destinado a la muerte, se ha ganado la vida, hubiera sido el mayor signo de respeto y amor por ellos. Una oportunidad perdida.


y ahora vayan ustedes a decirles a los antitaurinos que no se le vio en el caballo.

Posiblemente tengamos lo que nos merecemos.




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