​En defensa de D. Eutimio y el prestigio de Las Ventas

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EDITORIAL

PEDRO J. CÁCERES




En defensa de D. Eutimio y el prestigio de Las Ventas


Los grandes acontecimientos, como es, sin duda, la Feria de San Isidro, son un escaparate donde todo quisqui quiere ser maniquí y robar protagonismo -a al menos intentar compartirlo- a los genuinos actores del espectáculo: toro, torero y público.

Sobremanera aquellos ¿críticos?, principalmente los no profesionales, carentes de solvencia, que esperan mayo, como el agua, para tener la visibilidad que los grandes medios no les dan; y no escribo de las RR.SS., que es harina de otro costal.

Agazapados, detrás de un PC, Tablet o smartphone, esperan la oportunidad de cazar presa para que un titular grandilocuente no lo estropee un argumento, sosegado y reflexivo.


Esta “isidrada” ha comenzado muy fuerte, tanto en carteles como en polémica, como si nadie se quisiera quedar atrás, “pronto y en la mano”, y una controvertida actuación del presidente de la segunda de abono, D. Eutimio ha sido el caldo de cultivo para el rasgar de vestiduras, pedir su dimisión y ponerse la medalla gratuita, por supuesto no pensionada, de la heroica defensa de la , dicen, 1ª plaza del mundo, en cuanto a su prestigio.

Repito, me refiero a escribidores, porque lo de la afición, en Madrid, hace años que es tan cuestionable como discutible.

A D. Eutimio se le responsabiliza, en exclusiva, de 4 errores, gravísimos, que ponen en solfa la seriedad e importancia de Las Ventas: la pobreza de trapío de algunos ejemplares del desigual -ese fue su defecto- encierro de Garcigrande. La oreja de Tomás Rufo, la 2ª de Emilio de Justo y la vuelta al ruedo de ese toro.


Por partes. Sobre la indecorosa presentación de algunos toros, digo yo, que alguna responsabilidad tendrán los veterinarios, o toda la responsabilidad. Nadie ha pedido su dimisión, e incluso, ni una línea se ha escrito sobre ellos.

Sobre las orejas: en la de Tomás Rufo, D. Eutimio cumplió el reglamento puesto que fue mayoritariamente pedida por el público. Qué cambien el reglamento o se instalen los dispositivos oportunos para contar pañuelos. La 2ª de Emilio de Justo cierto es que tras una intensa y vibrante faena, a un toro bravo, la espada no cayó arriba (escojan entre desprendida, caída o baja). También es verdad que D. Eutimio aguantó todo lo que pudo la concesión de la 1ª y que, ante la presión del que debería ser soberano -el público- en su mayoría ¿claudicó? ¡A la hoguera!.


El problema estriba que según la costumbre, es ley no escrita, que en Madrid con 2 orejas, más si es en un solo toro, se abre la PG y que se entiende se ha prostituido. Pues que se cambie la costumbre y se legisle, como en otras plazas, la necesidad de más trofeos para que “la joya de la corona” no sea vejada.


En cuanto a orejas y estocadas no se puede sostener la verdad y la contraria. Si la oreja de PG de Emilio de Justo queda invalidada, pese a su impoluta ejecución, por su colocación, el estoconazo de Rufo ya valía esa oreja, como antiguamente se acuñaba. A más de una faena maciza y bien estructurada, muy por encima del toro.


Y, lo de la vuelta al ruedo al toro “Valentón” (sin que nadie la pidiera, en buena lógica por el guirigay montado con la concesión de la 2ª oreja), D. Eutimio, ¡que paradoja!, demostró ser buen aficionado, dejarse aconsejar por sus asesores y tirar de su prerrogativa para conceder tal honor a un toro bravo. Haberlo dejado sin premio, sí hubiera sido un agravio a un toro bravo (leer crónicas de periodistas taurinos profesionales de solvencia y prestigio), también en el caballo.

Todo ello ¿es para sentenciar condena de por vida, no revisable, a D. Eutimio?


¿O, todo este revuelo es una cortina de humo para que este arbolito no deje ver el bosque del verdadero deterioro en su prestigio, de la Plaza de Madrid?


¿Qué me dicen del vociferío continuo, insoportable durante toda la lidia, de los 6? ¿La cacería continua a algunos toreros como ocurrió esa tarde con Rufo? ¿El continuo enmendar la plana a destiempo al torero que está delante y quiere ligar sin perder pasos?


Y, nadie ha dicho ni pío del más bochornoso espectáculo que despoja de todo prestigio a un recinto: las almohadillas al ruedo a la salida de Morante por su desacierto con los aceros, verdad, pero ante un lote infame, de todo.

La verdad, no; tu verdad y mi verdad. La verdad ven conmigo a buscarla.

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