​“La parca” solo pudo con él a traición

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PJC




“La parca” solo pudo con él a traición

Le había perseguido, la muerte, de forma obsesiva. Incluso le tuvo días en sus manos a raíz del cornalón de Tarazona en 1963.

“Me salvó Ángel Peralta, porque el médico que había en la enfermería no puso un dedo en mi cuerpo. Peralta le dijo: ´Si usted no le mete mano, yo le opero como si fuera una yegua mía´. Se formó una cola de trescientas personas para ir donando sangre mientras Peralta me iba cogiendo órganos y suturando vasos. Luego estuve durante once días entre la vida y la muerte, pero al final salí adelante".


Además de múltiples cornadas en su impecable trayectoria, en los últimos tiempos sufrió el COVID y lo superó, como dos intervenciones quirúrgicas de alto riesgo. No, “la de la guadaña” por más que se afanaba no podía con él. Quería vivir y llegar a los 100 años.

Siempre se cuidó para tal objetivo; ni un sorbo de alcohol ni un cigarrillo en 90 años. Y hablo y escribo con conocimiento de causa, puesto que Jaime no fue un amigo más, fue un colaborador cualificado necesario para mi crecimiento profesional.


Como pueden escuchar de su voz, en la entrevista de La Divisa del 2015 comentando unos pasajes de esa feria de San Isidro, nunca me dijo no a nada: entrevistas radiofónicas, coloquios, almuerzos, cenas etc. Incluso quiso enseñarme a matar toros, pero le defraudé al decirle que yo no quería ser torero. Lo cuenta él.

Era su máxima, matar los toros para triunfar. “El secreto está en llenarte la mano izquierda de babas del toro”. Se lo explicaba a todos los toreros jóvenes con los que coincidía en mis tertulias.


Un día después en que Robleño perdió una PG que le hubiera cambiado la vida por culpa de la espada, en el ambigú de Gobolen, antes del almuerzo tertulia de “mi ” El Albero ante otros toreros y aficionados se empleó para explicarle a Fernando cómo era la suerte de matar para no fallar. Robleño le escuchó con atención para responderle: “de acuerdo maestro, pero dígame usted, con mi estatura, que el toro me sacaba dos palmos, cómo veo yo por dónde meterle mano”. Risas comprensivas.


Una gran figura del toreo de su época, la Edad de Oro del toreo, y no la milonga de Joselito y Belmonte, que no miraba atrás con nostalgia, sino que disfrutaba de cada momento de la actualidad taurina y admiraba a las generaciones posteriores como prueban los sonidos rescatados que esta Divisa les ofrece.


Siempre acompañado de Mariángeles que le servía de contrapeso de mesura ante su vehemencia producto de su pasión por La Fiesta. No sé si los Ortega y Gasset o los Pí y Margall estaban tan en sintonía con Jaime y Mariángeles.

La parca terminó por aburrirse con las ganas de vivir de Jaime. Que pese a sus circunstancias se embarcó en Iberia rumbo a Colombia a disfrutar de la feria de Cali, del fin de año en Cartagena y vuelta a Bogotá para regresar el domingo (9) a su casa de Villaviciosa, naturalmente con Mariángeles con la que había bailado bulerías horas antes.


Dormir no es un descuido, es una necesidad, pero ahí, la muerte, maldita, que no descansa, le pilló a traición, y atacó el “corazón de león” de Jaime (como le bautizó el gran Gonzalo Carvajal por su valor asustante, su coraje y su profesionalidad que le llevó a ser figura del toreo en una época de una docena de ellas). Fue la única forma de vengarse, la muerte, de 90 años de burla a la misma, toreándola, con hombría de bien, aplicando la máxima del toreo que acuñara su salvador de Tarazona, Angel Peralta: “ torear es engañar al toro sin mentirle”.


Mal terminamos el 2021 con la muerte de Ángel Teruel, mal empezamos este 2022, que tanto promete, con el fallecimiento de Jaime Ostos.


Desde “La Divisa” nuestro agradecimiento eterno a Jaime con deseo que descanse en paz y un beso muy fuerte a María Ángeles Grajal y a sus hijos, Jaime, Gabriela y Jacobo.







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