En el nombre del padre… y del toreo

EDITORIAL DEL PROGRAMA LA DIVISA DEL 24 DE SEPTIEMBRE 2018

  PEDRO J. CÁCERES

En el nombre del padre… y del toreo

Emilio de Justo enterró a su padre, cuyos restos no pudo velar.

Esa dolorosa jornada tras el óbito compareció a cumplir su compromiso en esa Francia (Mont de Marsan) que tanto le ha dado.

Lo hizo en “nombre del padre”.

Ese padre que tan orgulloso estaba de su hijo y tanto apoyo le dio en una muy dura y larga travesía del desierto de años ayunos de festejos.

Ese padre que ya goza de la Gloria celestial como prólogo de la gloria terrenal que su hijo anda persiguiendo -inasequible al desaliento, pese a las adversidades propias del sistema- y que está a tiro de piedra de tocarla con las manos.

Lo hizo en nombre del toreo.

Pudiéndose quitar de en medio sin recurrir a un dudoso parte facultativo, como otros con un catarro sospechoso, ante un irreversible y muy doloroso certificado de defunción paterno y tras una temporada inédita en número de actuaciones y éxitos, es decir sin agobios de tener que torear por cuestión vital de supervivencia, se vistió de torero, se enfrentó a una dura corrida de Victorino, se la jugó para triunfar –“en nombre del padre”- recibió una cornada grave (de imprevisibles consecuencias), siguió haciendo el toreo –que matiza el “torear, sin más”- hasta cortar la única oreja de la tarde.

Con ese trofeo –“en nombre del padre”- De Justo (o De Gusto) pasó transitoriamente por la enfermería (absurdo protocolo francés) para ser intervenido en el hospital de referencia de una herida vascular, tan extensa como complicada, despertar de la anestesia y partir con urgencia a Cáceres para darle su último adiós a su padre.

Misión cumplida: “en el nombre del padre… y del toreo”.

¡Un torero!, más grande que un ciprés.