"Los toros y el vino, unidos por la fiesta" en Vera

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Las referencias del vino y el mundo del toro son antiquísimas. Tanto que podría afirmarse sin temor a equivocación que los Toros y el Vino deambulan juntos por la Humanidad prácticamente desde la noche de los tiempos, o para ser exactos en las fechas de las que se tienen referencia, desde la Edad del Neolítico, unos doce mil años antes de Cristo,  gracias a las fiestas y a las celebraciones. 


José Luis Barrachina, en acción.


Esa es la hipótesis que maneja José Luis Barrachina Susarte, profesor universitario, estudioso de ambas creaciones,  para hablar de las costumbres que practica el mundo generación tras generación para fabricar sus placeres predilectos.


Barrenechea, que ocupó ayer la tribuna de oradores en la sexta jornada de la XVIII Semana Cultural Taurina que se celebra en Vera (Almería) organizada por el Foro Cultural y Taurino de esta ciudad, partió en su disertación preguntándose cuál sería la razón por la que a los seres humanos le dio por divertirse. Y al hilo de esta interrogante planteó dos cuestiones más: cómo fue el comienzo de esta "sana e indispensable costumbre", y si "el verdadero sentido de la vida se encuentra en la diversión".


Otra amplia interrogante del ponente fue en qué orden en el tiempo hay que situar la música, el vino y los toros, ¿o acaso coincidieron en su era fundacional? también se preguntó, para plantear asimismo si el vino fue "un invento de la casualidad inevitable".


Otra duda a resolver sería saber en qué momento la humanidad comenzó a emplear la música "como parte esencial de sus celebraciones".


Y algo decisivo respecto al toro, sus antecedentes históricos: ¿qué día dejó el toro de ser únicamente una pieza de caza mayor para convertirse en un animal totémico?


Cuestiones que Barrachina desarrolló con documentados argumentos y referencias históricas en las que a veces se mezclan religión y fiesta; necesidad de supervivencia resuelta con la caza; el culto y la veneración al animal que llega a la consideración de elemento sagrado; la fabricación de vasijas y lagares para el manejo del vino, el procedimiento de chafar uvas para su posterior fermentación; y la evolución en el manejo del animal, que cuando no es bravo o de violenta  embestida se podrá utilizar para el trabajo, entre otras.


Y más consideraciones, como la práctica religiosa en torno al Toro Apis en la cultura del antiguo Egipto. Algo parecido se dio en los ancestros judíos, que veneraron al Becerro de Oro, y respecto al vino lo tuvieron prohibido si no era sólo para la cata litúrgica. 


En otro orden,  la curiosidad referida a Cataluña y Baleares, donde algunos políticos se empeñan en prohibir la celebración de corridas de toros, cuando son innumerables las referencias que se tienen de "rituales taurinos puros" en ambos territorios.


Los comentarios del conferenciante, de las más diversas costumbres en todas las épocas, resultaban de lo más curioso, como jugar en el campo con el toro antes de cazarlo, según escenificación en mosaicos prehistóricos que asimismo se recoge en la novela de Quo Vadis. Las citas a los estudios de arqueólogos y de antropólogos son innumerables. Una de ellas señala que a "los toreros" se les daba vino antes de ponerse a jugar con el toro. Y cuentan asimismo el ritual de vestir al "matador", algo similar a como se hace ahora.


En cuanto a cultura propiamente dicha, Barrachina proclamó que vino y toros, juntos o separadamente,  son arte. Y se refirió a una escena de caza pintada por el genial Rubens, donde se mezclan personas de diferentes culturas. 


Contó historias como la del "Africano", que en el siglo XVII fue el primer torero "con todas las de la ley", que ya lucía coleta natural. Habló del prohibicionismo de Carlos IV y por contra la protección al toreo de su hijo Fernando VII, que llegó a ser ganadero y fundador de la Escuela Taurina de Sevilla.


Y otros detalles respecto al vino como la evolución de sus envases hasta las botellas actuales.


El meollo de todo esto se cuenta en "Días de vino,  tardes de toros",  un libro del que es autor Barrachina,  que al final firmó a los presentes numerosos ejemplares.


Minuto de silencio por el mulillero Jesús Flores Fabril, aficionado cabal.


El acto había dado comienzo con un minuto de silencio por la memoria de un notable aficionado local, Jesús Flores Fabril, de estirpe de mulilleros en la antigua plaza de toros de Vera, que fue motor para impulsar actividades culturales como la de esta "Semana" que al fin y al cabo condujeron a la recuperación del centenario coso en ruinas y a punto de desaparecer.


José Antonio Ruiz, el hombre al frente de la técnica de "la Semana", no quiso perder la oportunidad de esta foto de recuerdo.


Y al final de la gala, dos intervenciones muy ilustrativas, la primera a cargo de la poetisa venezolana Beatriz Campos, que leyó una deliciosa narración suya en prosa poética escrita la misma tarde y para la ocasión; y seguidamente un poema también dedicado al vino del poeta Rafael García. Brillante broche a la velada.



Recita Rafael García. Y Beatriz Campos lee su relato. Ambos sobre el 

vino.


Barrachina ha subido también a los palcos presidenciales. Y aquí se encontró con compañeros como José María Ledesma, a la izquierda, y Nicanor Pérez Jiménez.

El pergamino de felicitación y agradecimiento del Ayuntamiento y del Foro. Lo entrega Juan Miguel Núñez

Las marcas de la tierra, como cada noche, de vino, queso, aceite y embutidos. También van naranjas, que no están en la foto.



Jóvenes ya aficionados se acercaron también  al autor bajo la atenta y complaciente mirada de los abuelos.




Los mayores también pidieron su dedicatoria y firma, y en muy gran número.

El público en fila, esperando para que Barrenechea le firme su libro "Días de vino,  tardes de toros". Un éxito de venta.





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