​Amunt Ponce “El Conqueridor”

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PJC.


EDITORIAL (Programa La Divisa del 19 de marzo 2018)Pedro J. Cáceres


Amunt Ponce “El Conqueridor”


Más todavía. Arriba Ponce el Conquistador. Más que Jaime I (ahora Jaume I El Conqueridor) que conquistó Las Baleares y Valencia para los reinos cristianos y ofrendar “glorias a España”.


Ha conquistado el mundo desde que nació, siendo un niño, en Tauromaquia. Pero, a diferencia del Rey Jaime, lo ha hecho por 28 veces consecutivas. Las 28 temporadas que lleva en activo, sin interrupciones ni retiros al rincón de pensar.


Ayer volvía a conquistar Valencia por trigesimanovena vez, su 39 Puerta Grande. La víspera había sumado la 38.


Tenía, pese a las anteriores 37 salidas en hombros por la calle Játiva, una asignatura pendiente ante el infortunio de las últimas ediciones de Fallas en la elección del ganado a lidiar, fiel a Juan Pedro.

Cambió la estrategia, escogió Garcigrande que nunca la tuvo en la mesita de noche como hierro de cabecera hasta su triunfo apoteósico de Madrid el año pasado. Y funcionó.

Pero el regreso al triunfo en su plaza de Valencia tuvo una intrahistoria que define el grado de afición como el pilar que sustenta el que sea el torero más importante de la historia.



Les cuento: ante el desastre, galopando al abismo, de veterinarios y presidentes (ineptos, inaptos y, además, ensoberbecidos y prepotentes) el Gran Maestro se presentó el día anterior durante la lidia de la corrida de turno en los corrales del coso y puso en su sitio, de forma preventiva, a dichos irresponsables y evitar sorpresas a las doce de la mañana del día de autos.

No le salió gratis. El presidente le negaba la oreja, mayoritariamente pedida, del primero de su lote en infantil venganza. El ridículo fue de tal calibre que, de la misma forma, el torero y, sobremanera, el público se la guardaron para el 4º. La concesión de las 2 orejas sofocaban lo que apuntaba riña tumultuosa en grado de motín y asalto al palco.


Misión cumplida. A disfrutar y, al día siguiente, acompañar a sus hijas a la ofrenda a la Virgen como manda el código del valenciano decente. Pero no.




El productor Simón Casas había confeccionado una feria arriesgada con la inclusión de jóvenes valores quedando poco fondo de armario en el escalafón para solventar contingencias, máxime si estas eran del calado de enmendar un cartel como el del domingo 18 con figuras, sí, pero que son menos.

La deserción de Cayetano, quizá con legítimo permiso laboral por paternidad, amenazaba gran ruina en taquilla, que tampoco es que fuera muy boyante antes de conocerse la buena nueva del pequeño de los Rivera que se anunciaba con Perera y López Simón.



¿Quién podía sustituir con garantías de no hacer sangría del derecho de devolución de billetes? Nadie. El Juli era el único ausente de Fallas entre las grandes figuras y durante la feria sólo Roca Rey, sensacional, había triunfado con rotundidad la tarde anterior.


Repito: ¿Quién podía sustituir con garantías de no hacer sangría del derecho de devolución de billetes? Nadie.


¿Quién podría arreglar lo irremediable? Solo un hombre, un valenciano, un torero, el más importante de la historia: Enrique Ponce.

Y pasó lo que pasó pese al maleficio de volver a enfundarse el vestido de torear con los “juanpedros”. 39ª Puerta Grande.


Compromiso con su tierra, respeto sumo al traje de luces y lealtad sin parangón con la Tauromaquia.


Amunt Ponce “El Conqueridor”.

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