​De El Cordobés (Díaz) a Roca Rey

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EDITORIAL (PROGRAMA LA DIVISA DEL 17 DE DICIEMBRE)

PEDRO J. CÁCERES


De El Cordobés (Díaz) a Roca Rey

Dos hechos se han producido en las últimas semanas que deberían hacer reflexionar a los toreros.

El primero de los hechos ha sido el anuncio de la retirada definitiva de Manuel Díaz “El Cordobés”, un torero al que el pueblo se rindió.

Un hombre de guerra, total. De plazas de 1 º, 2º y de plazas de tercera donde, aunque parezca paradoja, es más difícil de llevar gente que en las grandes ferias.

De ahí su gran mérito de reventar taquillas de los pueblos cada tarde, de más de cien al año, mucho tiempo… y que sigue dando lecciones, porque en 2017 llenó el 90% de los pueblos en los que hizo el paseíllo - Antequera, Aracena, Motril, La Isla de San Fernando, Fuengirola…- amoldándose -él mismo y los precios de las entradas de las tardes en las que toreaba- a la realidad de cada plaza en la que hacía el paseíllo.


Manuel no ve fatalidad en la prótesis de cadera que ya lleva y que le ha pillado en el final de su carrera. Y se lo pondrá.

Ahora mismo no importa, ni siquiera le importa a él. Sólo un fin como torero con el único objetivo de estar orgulloso de esta profesión. Acepta las críticas sobre su tauromaquia, pero reconoce que ha sido honesto con el traje de luces, que ha entregado día a día lo que tenía sin tapujos.

Porque el toreo, como dice Díaz, necesita toreros de plazas de primera y de tercera, donde los chavales aprendían, donde no se cerraban las puertas al futuro, donde para ir a Madrid habías pasado tropecientasmilveces y una más por Villanueva del Trabuco –Jesulín dixit-.


Apostar por precios baratos para ser reclamo de masas en pro de la Fiesta es de lo más grande que se ha visto en los últimos tiempos en este espectáculo, y lo ha conseguido Manuel.


Por otro lado, el segundo hecho acaece en la nueva condición de figura social en camino que Roca Rey está consiguiendo de su imagen. 


Que un torero peruano, sin asuntos íntimos, personales ni de faldas sea cabecera de Corazón, corazón y portada taurina de Vanity Fair seis años después, que un torero vuelva a llevar su profesión a la primera plana del periodismo social más serio, es la gran ventana al espectador –ni al aficionado ni al taurino- que realmente nos viene como agua de mayo.

Roca Rey no es torero de plazas de tercera, lo ha demostrado desde que una Valencia de primera categoría lo parió ya como figura sin caballos, pero sí es el torero, quizá, que va a reventar su propia barrera.


Pero ambos registros de toreros y tauromaquias, de élite y populares no solo no se rechazan, sino que se son necesarios. Porque o llenamos los pueblos o éstos no llenarán las capitales de provincia.


Está pasando, y según pasa, el taurinísimo, simplemente, al pasar, le saluda.

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