Javier Jiménez, única bala isidril

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El rubio torero de Espartinas vuelve hoy al ruedo de Madrid después de que no le acompañasen los hados en sus actuaciones del pasado año. De hecho, parece poco bagaje las ocho corridas de toros que firmó el pasado año, que no rentabilizaron la puerta grande madrileña abierta en 2016. Con ella, y a final de temporada, el sevillano firmaba un apoderamiento con Simón Casas que le valía para torear en sus plazas, y no en todas; sólo Sevilla -porque es su tierra- y Pamplona -porque se lo había ganado con sangre- lo acogieron en sus carteles, fuera de la gestión del empresario francés. Y tampoco Javier fue capaz de ofrecer argumentos para entrar con solidez en las ferias.

Sigue teniendo las mismas armas que cuando se le puso el tiro de cara; corazón para afrontar los compromisos y mucha técnica bien asentada para no pasar mucha fatiga en la cara, lo que le confiere, además, un plus de valor. Sabe lo que quiere, pero la falta de rentabilidad de esa puerta grande venteña el pasado 2016 pueden haberle hecho mella en la moral y haberle trasladado la urgencia del triunfo para seguir firmando unos contratos que ya sabe que no son ni gratis ni fáciles de alcanzar para él. Y eso que su amplia sonrisa sigue siendo del gusto del aficionado, que aún le tiene en sus oraciones y sus esperanzas.

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