El colombiano Sebastián Ritter ha encontrado en las ferias de su tierra la válvula de escape para no perder el ritmo y la esperanza con lo poco que torea en tierras europeas. Torero de valor y de riesgo, sorprende su facilidad para jugarse el pellejo a como de lugar, pero también está muy pendiente de los detalles que al final no le permiten romper en otro estatus. Es conciente de que esto es Madrid y sus alardes deberán estar encaminados en otra dirección, no en un arrimón sin sentido.
Son cuatro las corridas de toros que lleva en el bagaje de 2018 y sólo una de ellas, la de Gers, en tierras francesas. Y en ellas, aunque la impresión ha sido muy buena, sólo ha cortado dos orejas, lo cual es uno de los problemas a los que se enfrenta a menudo: su facilidad para torear y para pisar el sitio donde huele a pólvora no se corresponde con los trofeos que pasea finalmente en sus actuaciones. Hoy, aunque esté envenenada, tendrá otra oportunidad de tocar pelo.
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