Son faenas de campo que en forma y fondo están involucionando y, en su caso, pervirtiendo la liturgia taurina

Tentaderos: la forma y el fondo, hoy

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EDITORIAL DEL PROGRAMA "LA DIVISA"

28 DE NOVIEMBRE DE 2016

PEDRO J. CÁCERES


Tentaderos : la forma y el fondo, hoy



Estamos en invierno taurino. Habitual tiempo de esperanza donde algunos privilegiados hacen “las américas” (en lo que a torear se refiere, lo del dinero y la cuenta en dólares en bancos americanos hace tiempo que pasó a la historia) y los demás -sobre todo clase modesta y primerizos- renuevan ilusiones en el campo no sólo para el mantenimiento profesional sino buscando una “chance” que alguien se fije en ellos : bien para un “macutazo”, bien para mostrar lo que no han podido hacer en la plaza por falta de contratos; todo en aras de conseguir un apoderado y sonar para accionar la flauta que les atisbe proyección o presencia en las primeras ferias.



Son faenas de campo que en forma y fondo están involucionando y, en su caso, pervirtiendo la liturgia taurina que es esencial,tanto de puertas para afuera en las corridas como de puertas para adentro.


Las formas nuevas (que no lo son tanto) en las que las figuras son los primeros en transgredir la tradición son las de presentarse en las dehesas vestidos de cualquier manera.

Es cuestión de estética, que en Tauromaquia no debería de ser cosa baladí.



Pero peor es el fondo de lo que está ocurriendo al socaire coyuntural de la crisis ganadera que provoca que los criadores -en aras de rentabilizar un producto que no ha tenido, o prevé no tener, salida a los espectáculos- quema cabezas de machos y hembras dejándose querer por los llamados “aficionados prácticos” que cotizan esa vaca o ese toro de desecho en euros impostando a profesionales e impidiendo la habitual invitación de los ganaderos a estas labores de invierno a toreros y novilleros ávidos de reivindicarse, aunque sea a puerta cerrada, y resarcirse de la falta de contratos para, aún de corto o en “jeans”, sentirse toreros; que lo son.



La situación se agrava si tenemos en cuenta la proliferación de festivales sin novillero, “tentaderos solidarios” y el declive de los festejos en los pueblos que hace que las novilladas escaseen estrechando, ya de por si angosto, el embudo por el que debe ir decantándose la cantera como futuro de la torería del mañana.



Bienvenidos los aficionados prácticos y que los impulsores de escuelas de tales se busquen la vida, pero cuando el dinero está por medio la afición es capricho para los que tiene posibles y una barrera imposible de franquear para los que empiezan o perseveran en que algún día pueden ser.



Esta práctica puede suponer unas migajas de pan, hoy, para algunos ganaderos, pero hambre de mañana del sector.

Porque el dinero no entiende de actitudes y aptitudes y al final “los cojones” para pagar una vaca hay que echárselos al toro…y en una plaza, aunque sea de pueblo.

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