Será justo a unas doce en las que Valencia prenderá la llama que calcine el pasado

A las doce de esta noche

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JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO


Será en torno a la medianoche cuando esta crónica salga a la luz. Será justo a unas doce en las que Valencia prenderá la llama que calcine el pasado y unas horas más tarde amanezca con la melodía de otros doce meses para preparar sus esperanzas futuras. Doce meses con 365 días en los que unos se irán y otros vendrán, unos echarán la vista atrás y otros rezarán al presente para que el porvenir les sea dulce. Doce meses en los que la vida les enseñe a los levantinos los caminos de la verdad y doce meses en los que sus corazones deberán elegir de entre los derroteros ofrecidos por ésta. Doce meses para amar, para reír, para llorar y, sobre todo, para sentirse plenos en lo que ellos y sólo ellos crean que es lo mejor para sus vidas.


Será en torno a las doce de esta noche cuando usted, querido lector, lea que Ponce hoy quiso ser lo que Valencia parió pero fue sólo lo que la historia ha querido hacer en él. Veintisiete temporadas pasando por estos lares fueron cremá suficiente para un torero que es y que siente a su tierra en el alma. A las doce de esta noche, pues, Ponce quemará una tarde en la que una oreja no tapa el petardo de Núñez del Cuvillo, que trajo al Turia una corrida podrida de principio a fin.


Será a las doce de esta noche cuando Enrique queme ese feísimo bajonazo de su primero y se quede con la media altura a diestras, con el supino ralentí ante el bronco temperamento de ese animal. También cuando guarde para el recuerdo el Tercio de Quites con el que la banda de su pueblo le obsequió en el cuarto, un toro con el que fue acortando terreno hasta conseguir que los circulares en el mismo tercio llegaran a sus paisanos. Y quemará la oreja, premio efímero de realidad pasada.


Será a las doce de esta noche cuando Sebastián Castella no quiera quemar el recuerdo de meses pasados pero el destino le obligue a hacerlo. Será esta medianoche cuando ese mismo destino recuerde al Sebastián bruto del 14 y que hoy dio atisbos de mal recuerdo, y esperemos no vuelva a repetirse. Ese galo empecinado en que la faena que tiene en su cabeza tiene que entrar con el toro que tiene delante, independientemente de las virtudes o defectos de éste. Los quemará antes de Abril y San Isidro, esperemos. Y antes de que su Estrella cruce mañana el Puente con él ataviado de azul trianero.


Será a las doce de esta noche cuando David Mora recuerde la oportunidad que le ha dado la vida y sea ese el sueño que se guarde en el bolsillo. Quemará entonces la maldición del pasado y pedirá por los avatares de un futuro en el que el toreo ha vuelto a creer en él. Dejará a un lado la parca condición de sus oponentes y besará lo positivo de su tarde: se acordará de esos lances a una sola mano al toro devuelto, del son y el ritmo al sobrero, de la relajación mirando al tendido por derechazos, de los naturales con más largura que acople y de la vuelta al ruedo de la gloria. Se acordará de lo que quiera y, el próximo amanecer, se propondrá los retos que estime. Y evolucionará, como en un mes lo ha hecho.


Se acordará David de partidarios y detractores, de los que creen que revienta a ligazón y larguísima rendición a sus oponentes y de los que creen que es dios efímero porque su concepto esconde muchos defectos. Los dos los quemará porque el nuevo David Mora, el que ha cambiado una barbaridad de Vistalegre a acá en tan sólo cuatro semanas de dureza, es y siente que su personalidad y fuerza interior mandan.


Ocurrirá a las doce de esta noche. En punto. Ni un minuto más no un minuto menos. Todos sabemos lo que dejar atrás debemos y lo que aquí ha expuesto un loco descerebrado no valdrá porque será pasado. Será para quemar. A las doce de esta noche, no lo olviden.


FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Valencia. Undécima de la Feria de Fallas. Corrida de toros.

Seis toros de Núñez del Cuvillo, justos de presencia. Inválido el devuelto primero; flojísimo el mortecino primero bis; otro mortecino sin fuerza el segundo; flojo y a menos el tercero bis; también a menos el soso cuarto; desfondado el flojo quinto; imposible el sexto.

Enrique Ponce (grana y oro): ovación y oreja.

Sebastián Castella (azul rey y oro): palmas y ovación.

David Mora (manzana y oro): vuelta al ruedo y palmas.

FOTOGALERÍA: JAVIER COMOS

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