Roberto Domínguez: "Me respetaron cuando podía ser, me esperaron cuando no era y me aplaudieron cuando fui"

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En el 87 reaparezco con la seguridad y la convicción de que no debía de esperar la embestida idónea, sino que el idóneo era yo a la embestida que saliera. Ese concepto me hizo no preocuparme muchas veces de las corridas que tenía que enfrentarme.


Acepté ser imagen y voz intermediaria entre el aficionado y el torero, en televisión. Yo decía lo que creía que tenía que decir. Los publico, lo aceptaron y todavía, a pesar del tiempo, muchas veces me recuerdan aquella etapa y muchos aficionados me dicen que lo son precisamente escuchándome.


Como apoderado de “El Juli” Hubo una etapa en la que creía que iba a ser de uno o dos años y estuvimos 11 años juntos.

Nunca me he sentido apoderado, pero sí persona capaz de estar queriendo que le trataran a un torero, como a mí me gustaría que me hubieran tratado a mí.


INICIOS


Mis inicios como novillero no tuvieron gran relevancia. A pesar de que mi maestro fue uno de los mejores intérpretes del toreo puro como fue Fernando Domínguez, no tuvo mucha trascendencia, toreé muy poquito: trece novilladas sin picadores y 14 con picadores y tomé la alternativa sin ninguna relevancia estando inédito -como novillero- en las principales plazas. 

No fui como novillero ni a Madrid, ni a Sevilla, ni a Valencia, ni a Zaragoza, ni a Bilbao. Sí que estuve en Barcelona con cierto éxito, de novillero. 

Pero la verdad es que tuve una etapa novilleril poco relevante tomando la alternativa con poco bagaje. 



ALTERNATIVA


Mi historia, como torero, empieza el día de la alternativa.

Ese día, en Palma de Mallorca, un 20 de agosto del 72, se agrupa un cartel para mi muy querido; no en el momento, sino lo que llegaría a ser ese cartel.

Porque cuando tomo la alternativa, José María Manzanares llevaba casi un año y Robles la había tomado unos meses antes, aunque ellos sí habían tenido muchísimo éxito de novillero, tanto uno como otro, no dejaba de ser el primer año de alternativa y no estaban catalogados como figuras.

Es decir, fue un cartel de jóvenes promesas en el que el más desconocido fui yo, pero, con el tiempo, tanto con Manzanares como con Robles, tuve amistad y muchas actuaciones y vivencias fuera y dentro de los ruedos.

Y para mí han sido algo muy queridos, con los que alternen muchas tardes y tardes importantes en mi vida.

El 72 es el año de mi antigüedad como matador de toros, pero la verdad es que yo no irrumpo en el mundo taurino hasta el 75.


Hay muy pocas actuaciones y, sobre todo, un servicio militar en el que estuve completamente inactivo durante veinte y tantos meses que me tocó hacer el servicio militar en África y estuve interrumpido totalmente.



 LA CONFIRMACIÓN


En el 75 confirmo mi alternativa, en la Feria de San Isidro, con Ángel Teruel y -otra vez nuevamente mi añorado y querido- Julio Robles.

En aquella corrida de toros sí que, ya, mi nombre empieza a sonar porque la crítica, aceptar mis conceptos, mis maneras y mi forma de intentar hacer lo que yo quería. Esa forma artística que yo había aprendido a torear de manos de mi tío Fernando.

Ese sello antiguo del toreo caló hondo y, sin cortar orejas, pude conseguir una temporada abriéndome en carteles de importancia de ese año 75.

Desde el 75 al 85 hay, pues, bastantes actuaciones.


Yo recuerdo que desde el 75, creo que, he faltado muy pocos años a la Feria de San Isidro; incluso haciendo doblete o triplete en algunos años, arrancando incluso las temporadas en las que compartíamos cartel, Robles y yo (antes de dar el salto definitivo). Manzanares ya estaba en figura y en aquella época estaba en primera línea con Capea, Dámaso Paquirri Palomo.

Cuando yo llegué al toreo -en el 72- los toreros consagrados y espejos, eran Puerta, Camino, Viti, etcétera.

Luego los de la anterior a mi generación, como, repito, Manzanares Capea, Dámaso Teruel… que estaban en primera línea y consiguiendo los primeros puestos del escalafón.

El éxito de Robles y mío fue posterior: del 75 al 85 en la primera época mía en la que la crítica me dice que muchas veces no remato lo que apunto.


Me falta una continuidad, me falta una dedicación por completo y sobre todo me pierdo en un concepto de esperar a una embestida que yo necesito para hacer el toreo artístico.


En esa primera etapa, del 75 al 85, es cuando, después de mi primer éxito en Madrid, hubo una corrida de toros de Lázaro Soria, junto con Robles, en la que recuerdo las críticas: ya decían que no éramos un invento de la crítica, porque triunfamos -tanto Robles como yo- y tanto Navalón, como Zabala, padre, como Carlos de Rojas, como todos los cronistas importantes de aquella época reconocieron que la espera que habían tenido con nosotros no era un invento. 


AMÉRICA


Y una vez en ese sitial preferente, llegaron los viajes a América.

Hago mi debut en América y voy, pues a Venezuela, Colombia y Ecuador.

Soy muy malo para los de las fechas y los detalles, pero sí que soy muy bueno para los sentimientos.

QUITO (ECUADOR)

Recuerdo que mi debut en Quito (tal vez sea por el impacto que me produjo la familia Plaza, con la personalidad arrolladora de José María, que en paz descanse y saber lo que fue Galo más la amistad mía con el controvertido Leonidas) a mí me hicieron querer a Quito, respetar a Quito, querer estar allí y tener una segunda familia allí.

Desde aquí les quiero recordar con el inmenso cariño y agradecimiento que me abrió sus puertas y que hablaron bien de mí como persona y como torero. El éxito del indulto fue importante, pero la verdad es que mi éxito de verdad como torero no vendría sino hasta mi segunda época.



RETIRADA EFÍMERA


Después de estos diez años de esperar la embestida idónea para un toreo que yo quería ejecutar me pierdo en esa espera, me desilusiona y pues dejo de torear.

Me voy a Londres y estoy un año completamente inactivo; sin pensar en el toro, sin estar en contacto con nadie del mundo del toro y queriendo ser persona que no fuera el torero, como fui en la Universidad, como fui en mi ciudad o como fui en España.



FIGURA DEL TOREO


Después de un año volví a España y en el 87 reaparecí dedicándome por completo y con la seguridad y la convicción de que no debía de esperar la embestida idónea, sino que el idóneo era yo a la embestida que saliera.

Ese concepto me hizo no preocuparme muchas veces de las corridas que tenía que enfrentarme, no tener que preguntar(algunas veces eso es incomprensible para los toreros de hoy día) cuando me estaba vistiendo de toreros lo de  ¿qué corrida mato hoy?

Y eso para mí ha sido el orgullo más grande de mi carrera taurina. El reaparecer sabiendo que tenía que resolver lo que saliera por los chiqueros y que no tenía que esperar ninguna embestida, sino que la embestida me tenía que esperar a mí.


Y ahí arrancó mi éxito total, en el que algunos dijeron que si yo era más poderoso que artista, como fue en un principio, pero conseguí los mayores logros y el mayor reconocimiento de los aficionados, porque ya tenían un cliché que ya conocían mío.

Vencer ese cliché y que aceptaran el nuevo, fue para mí un logro


Aquella reaparición en el 87 (y televisada) con Rafael de Paula y Robles, en la que corté  tres orejas (en Valladolid) después, sin haber estaba anunciado en San Isidro, Manolo Chopera me dio las dos sustituciones de Joselito, que había sido herido en el cuello por un toro de Cortijoliva y - sin cortar orejas-  aquel año firmé 50 corrida de toros porque la gente tenía la convicción de que yo estaba de guerra. Desde ahí, desde el 87 hasta el 92, que me retiré, fueron los años más importantes de mi vida en los que me compensaron todos los esfuerzos, los disgustos, los sinsabores, las dudas que he tenido durante toda mi etapa y alcancé -si ser ambicioso- lo que yo creo que debía. Reconozco que tenía que haberlo hecho unos años antes y el bagaje hubiera sido distinto, pero como fue lo último es lo que mejor recuerdo y lo más importante que he hecho: triunfar con más edad y darme cuenta de las cosas como son en esta época.


No soy muy de fechas y detalles, pero me muevo a golpe de sentimientos y naturalmente están faenas importantísimas como el toro de Miura en Pamplona. Como aquella feria de San Miguel, en Sevilla, con una corrida de Álvaro Domecq  en que corto dos orejas (una en cada toro) con fortísima petición de la segunda en las dos, y dos vueltas a rueda en los dos y esa negación de la Puerta del Príncipe que para mí no sirvió para nada, porque la gente sabía lo que yo había hecho, que me lo habían negado por capricho único de una persona que estaba en el palco.

Y, a partir de ahí,  muchos detalles, muchos recuerdos.

Una faena importantísima -de sentimiento- en Valencia, una de Aldeanueva; un toro de Atanasio en Bilbao en el que con 15 muletazos se puso a la gente de pie. La televisada de Albacete a un toro de Samuel Flores, los seis victorinos en Madrid, que fue para mí un hito importantísimo y un riesgo grande del que estoy orgullosísimo.


Así, volví a Quito con otras perspectivas y allí una de las mejores anécdotas que yo tengo es cuando la última corrida que yo toreé allí, e recibieron y despidieron con una ovación grandísima y alguien en el callejón me dijo “ Domínguez ¿no le da pena que toda la plaza grite diciendo no te vayas?... Y dije: peor sería que toda la plaza gritara diciéndome vete.

Esa fue la razón por la que yo me fui, precisamente cuando la gente pensaba que no debía.

Y para mí es un orgullo, grande, haberlo medido pudiendo haber arrastrado el nombre, como han hecho otros, por muchas temporadas de inercia.


Pero no fue así. Yo dejé a la profesión. Cogí la profesión cuando quise y la dejé cuando quise 



COMENTARISTA DE TELEVISIÓN


Yo me retiro en el 92. Y, después de poco tiempo de esta queriendo contestar las cartas, que cuando eres torero no tienes tiempo, o querer aceptar la comida del amigo -que está queriendo comer contigo-, pero tampoco tienes tiempo, o querer montar a caballo sin prisas o hacerte el camino de Santiago, después de esa época, recibí un día la llamada de mi paisano y querido amigo Fernando Fernán Román con un proyecto en el que yo me sentía incapaz.

Él me animó y yo acepté ser imagen y voz intermediaria entre el aficionado y el torero en televisión en una época muy fructífera. Me alegré muchísimo de que Fernando me animara.


Yo no me creía capaz y no lo hubiera sido si no hubiera estado a su vera, porque era muy fácil estar con una profesionalidad tan grande como la que ha tenido y con una capacidad y memoria como la que él tenía. Yo decía lo que creía que tenía que decir, los publico, lo aceptaron y, todavía, a pesar del tiempo, muchas veces, me recuerdan aquella etapa y muchos aficionados me dicen que lo son precisamente escuchándome. 


Otro tremendo orgullo que yo he tenido y otra nueva visión de la que cuando uno es torero no se da cuenta de que hay otros pareceres, otras formas de ver los toros y otros juicios paralelos que hay que aceptar, yo aprendí mucho, también, como espectador y como intermediario en esa voz entre el aficionado y el torero. Y para mí fue una etapa muy fructífera.



APODERADO


Posteriormente, otro golpe de suerte me hizo que el entorno de Julián López “El Juli” quisiera mi opinión de lo que le ocurría.

Me pareció un reto importantísimo. Tampoco me he sentido apoderado, pero sí que me he sentido persona capaz de estar queriendo que le trataran a un torero, como a mí me gustaría que me hubieran tratado a mí.

Y empecé con “Juli”.

Hubo una etapa en la que creía que iba a ser de uno o dos años y estuvimos 11 años juntos.

Creo que logró muchísimas cosas y yo estoy orgullosísimo de la trayectoria, de la aceptación de lo que él hizo. Él cambió casi hasta de forma de ser. Perdió su vertiginosidad, esa velocidad, ese hacerlo todo, ese poder con todo y caló en un pozo tremendo que le abrieron otros caminos.

Y la capacidad suya pudo con todo. Y estoy orgullosísimo de lo que anduvimos juntos.

Con todo lo que os he contado, como comprenderéis, mi Dios tiene que ser el mundo del toro y el toro, porque las tres oportunidades que da la vida de aprender, de ser, de expresarme, han sido con el toro; primero como torero, después como comentarista y después como apoderado. Tres visiones distintas, tres aprendizajes y que me han hecho, si cabe más, amar el mundo del toro, respetarlo.


LA PÉRDIDA DE LA FERIA DE QUITO


Tengo que hablar con una nostalgia tremenda de los tiempos que estábamos atravesando, recordando, con ese cariño especial, lo que significaba la Feria de Quito, lo que era Quito en la feria de toros, lo que movía el mundo del toro, aquellos viajes de todos los aficionados de todo el mundo.

Aquellos comentarios de personajes que pude tratar. ¡Que conversaciones, que anécdotas, que vivencias, que colorido, que lástima!

¡Que lástima! que se esté perdiendo todo. Desde aquí, mi mejor de los recuerdos y reiterar el cariño especial que tengo a la familia Plaza. Un abrazo muy fuerte a toda la afición de Quito.


Mi agradecimiento porque me respetaron cuando podía ser. Me esperaron cuando no era y me aplaudieron cuando fui.



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