Colombo, ídolo nacional

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RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ / @rubenvillafraz

La corrida tenía un asterisco en el calendario de la gran mayoría de aficionados. El cartel llamaba la atención, en especial por la presencia de una terna de espadas que no iban dejar pasar la ocasión para alcanzar el triunfo. Y vaya que los toros no nos aguaron la fiesta, a pesar de tremendo frio con la que tuvimos que pasarnos la tarde, viendo una corrida que no perdió interés. Tuvo el común denominador de la movilidad y la nobleza, y esto sería aprovechado por los diestros del cartel, lo que ofreció el corte de seis orejas, todas ellas con absoluto mérito y en especial, con la rotundidad de los hechos.

César Vanegas ha hecho gala de los galones que supone la veteranía y el largo rodaje. El mencionado robusto torero de Seboruco ha dejado ver en su lote la claridad que impone la solvencia que siempre ha atesorado. El saludo por verónicas con el primero de la función hizo prever lo dicho anteriormente, frente a un anovillado ejemplar, excesivamente manipulado de pitones. El medido castigo en varas dio pie a un tercio de banderillas por parte del torero con más voluntad que lucimiento, para en la muleta desgranar toreo por ambas manos de mérito, en especial por la diestra, pero con el molesto elemento del fuerte viento que condicionaba terrenos para realizar faena. Trasteo aseado, con excesivos tiempos muertos, que no del todo hizo entrar en calor a los presentes. La media ración de acero, tendido, dio pie a las palmas con la que se le premio actuación.

Más mérito se le vio con su segundo, el cual sangró en varas con mimo. El tercio de banderillas fue mero trámite, con más efectismo que ortodoxia, para de nuevo hacerse de una labor con la pañosa, de detalles, de torero curtido, colocación, metraje, altura de engaños, que a final de cuentas marcan diferencia, y sobre todo hicieron aprovechar las embestidas noblotas de «Eduardito». Los tres cuartos de espada en buen sitio fulminantes, dio pie a la petición de una oreja de peso, paseada acompañados por la savia de nuevos aficionados, niños que son el futuro de esta fiesta. Por cierto, faena brindada a su padre, el viejo “Fulichan”.

No estuvo a gusto en su primero Daniel Luque, animal de bella lámina, el cual cuidaría excesivamente en el caballo, mero trámite, para luego en la muleta vencer estas condiciones así como el viento que hizo de esta un querer y no poder antes elementos adversos ya mencionados. Faena de detalles y aliños propios de una tauromaquia amplia que requiere de un toro y condiciones más potable. La estocada desprendida, previo a un pinchazo, dio pie a que saludara al tercio, tras petición de los presentes.

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