Robleño se muestra firme y Juan Ortega destaca al natural en un 15 de agosto en Madrid sin orejas

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MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO


La corrida del Día de la Paloma llegaba, en la tarde de este 15 de agosto, a la plaza de toros de Las Ventas. Se lidiaba un encierro de Martín Lorca para Fernando Robleño, Sebastián Ritter y Juan Ortega.


El de Escribano Martín que abrió plaza blandeó desde el saludo capotero de Robleño, y cuando llegó a banderillas ya no podía ni con el rabo. Sin fuerza ni raza, el toro grandón se puso en seguida a la defensiva en una faena que Robleño brindó al cielo. Y fue dócil y hasta bobalicón de condición el animal, cuyas exigencias -y fueron muchas- fueron todas derivadas de sus carencias en raza y fortaleza. Aún así, anduvo Robleño con la facilidad de un lidiado veterano que es capaz de meter en cintura a 20 como este y, además, terminar componiendo muletazo, limpia la bondad de las malas hierbas. Media estocada tendida dio paso a la ovación.


Al buey que hizo segundo, ya de Martín Lorca, le sobraron tanto los kilos y Le faltó tanto la raza que en el caballo se fue para atrás, después de medir la arena varias veces. Corrió turno y su lugar salió el previsto en el quinto acto, del hierro titular, que fue tan noblón y dulce en el ademán como desclasado e insulso. Se puso con él Ritter más de lo que mereció el toraco, pero no obtuvo en él la respuesta que necesitaba. La voluntad del colombiano necesitaba más para llegar al tendido. Silencio.


Al grandón tercero Le cogió el aire con facilidad un Juan Ortega que supo dejarle graciosa lidia en el inicio muletero para echarse luego la muleta a la zurda y cuajar Le naturales excelsos. De uno en uno, sin prisa, sin escatimar un centímetro al trazo más largo posible. Sin adocenarse ni buscar el triunfo fácil. Porque lo más fácil para él era sentir cada trazo como si no fuera a hacerlo más. Inmenso. Se quedó con la cara arriba el toro al matar y la estocada cayó defectuosa y se atascó con descabello, lo que restó premio. Ovación tras aviso.


Notable anduvo Robleño con el capote para saludar al buey feo y enorme que hizo cuarto, que pasó con más resignación que voluntad por los lances del empeño del madrileño. Pero luego fue a menos en la franqueza el toro, y Le desparramó la vista a Fernando, y se le venció con fruición, y Le dejó arrancadas enrabietadas para que se arremangase el madrileño y le apretara a el talón a la llegada informal. Le buscó las vueltas Robleño con profesional proceder, hasta que ya no quedaban resquicios donde buscar y lo despenó sin más historia. Silencio.


El sobrero de Osborne más parecía una vaca vieja de la Camarga que un toro de lidia con la presentación para Madrid. Huidizo y manso, fue complicada su lidia en los primeros tercios. Y también en el último, porque si bien no se fue al suelo ni se paró, tampoco se empleó, ni se entregó ni quiso al menos ir detrás de los trapos con cierta intención de coger. Pero sí obedeció una vez que Ritter le asentó la planta y le propuso la lid en la media distancia para que llegase con inercia. No lo hizo, pero sí supo el colombiano dejarle naturales de uno en uno a la pasada sin clase del de Osborne. Mal con la espada, escuchó silencio tras aviso.


El colorao sexto era también inmenso. Tan basto de hechuras como manso de ademanes, tiró arreones en banderillas, pero despertó con cierta chispa informal que pareció transmitir un par de muletazo en el inicio. Luego, ya podido por el toreo caminando de Ortega, se puso a la defensiva y ya no hubo manera,pese a las protestas desde el tendido. Mal con la espada, escuchó silencio.


FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las Ventas. Corrida del Día de la Paloma. Unas 7.000 personas.

Toros de Escribano Martín (1º) y Martín Lorca, docilón sin raza el asperete primero; devuelto por blando el buey segundo; sin raza ni clase el abotargado segundo bis; de gran clase sin fondo físico el tercero; bruto e informal el basto cuarto; pasador sin clase pero con movilidad el sobrero quinto; geniudo y a la defensiva el inmenso colorao sexto.

Fernando Robleño, ovación y palmas tras aviso.

Sebastián Ritter, silencio y silencio tras aviso.

Juan Ortega, ovación tras aviso y silencio. 


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