Impacta la verdad de Cortés y cala Gómez del Pilar en Madrid

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MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO


Rubén Pinar, Javier Cortés y Gómez del Pilar hacían esta tarde el paseíllo en la primera plaza del mundo para el segundo de los desafíos ganaderos programados en el mes de septiembre. En el cartel, dos hierros como los de Palha y Hoyo de La Gitana.


El primero, de Palha, fue el rey del regate en los primeros tercios, en los que no se descompuso Pinar pese a su cara suelta, su constante punteo de protesta y su rabiosa mansedumbre. Y flojedad, porque todo lo que hizo desde que salió de chiqueros fue de blando, pero ni una mísera protesta levantó en la plaza porque llevaba el hierro de Palha. Con ese material se embraguetó Rubén Pinar, que se empeñó en mandar y en imponer a un animal sin entrega ni un mínimo de nobleza para apostar. Cierto que lo mató de un sartenazo chalequero, pero también lo es que no merecía más. Silencio.

El graciliano de Hoyo de la Gitana que salió segundo evidenció la fuerza muy justa, pero también diligencia para utilizarla. Bruto en el percal de Javier Cortés, se arrancó de lejos al caballo con más alegría que empleo y recibió dos varas en las que pareció quedarse el fondo del animal. Y fue de sinceridad, de planta hundida, de verdad en el fondo del concepto de Javier Cortés la faena a un animal que jamás quiso pasar y al que, sin embargo, se la echó como si fuese bueno. El pecho por delante, las piernas en compás, hundidas en la arena, la muleta detrás de la figura hasta que sale para citar. Todo con la máxima pureza. Hasta resultó grosero el grito del iluminado de turno pidiéndole que se pusiese a torear. En fin. Un pinchazo y una estocada dieron paso al reconocimiento de Madrid en forma de ovación.


A la puerta de chiqueros se fue Gómez del Pilar a saludar la falta de humillación y el exceso de violencia en los ademanes del tercero, con el hierro de Palha, que derribó luego al caballo por llegarle por la retaguardia en lugar de por empujar con poder. Y allí se quedó un rato con el penco en el suelo. Mejor acudió en el segundo puyazo - el mejor del ciclo hasta el momento - y el tercero, con muchos metros por delante del caballo de El Patillas y con una zapopina de Noé para colocarlo en suerte realmente brillante. Sensacional fue la brega de Iván Aguilera, con los capotas justos y a la altura precisa, siempre con temple. Muy pura fue la propuesta en una faena que brindó al público antes de comenzar con muletazos de rodillas y por abajo, haciendo que supiese el de Palha quién mandaba allí. Pero hubo más, porque supo tocar con la máxima precisión la revuelta atolondrada para convertirla en embestida y conducirla hasta el final sin que el bicho supiese muy bien a dónde estaba llegando. Sí supo, por contra, lo que dejaba detrás y en más de una ocasión estuvo a punto de echarle mano. Sonó un aviso cuando aún estaba toreando, y muy bien, a dos manos. Mató de estocada delantera y dio una vuelta al ruedo al negarle el palco la oreja pedida mayoritariamente.


Al quinto, tan fino de cabos como despegado del suelo, le dejó Rubén Pinar un saludo capotero mejor intencionado que tomado por el de Hoyo de la Gitana, que luego empujó en la primera vara, llegó abajo en la segunda y no dio lugar a que hubiese una tercera. Con la muleta le buscó Pinar la forma de meterlo en la muleta. Y se la echó perfecta en ocasiones, con la bamba metida en el morro y el asiento en las plantas. Pero no hubo forma de que embiestiese el graciliano más allá de los embroques. Lo mató de media estocada y escuchó silencio.


El graciliano de Hoyo de la Gitana que salió segundo evidenció la fuerza muy justa, pero también diligencia para utilizarla. Bruto en el percal de Javier Cortés, se arrancó de lejos al caballo con más alegría que empleo y recibió dos varas en las que pareció quedarse el fondo del animal. Y fue de sinceridad, de planta hundida, de verdad en el fondo del concepto de Javier Cortés la faena a un animal que jamás quiso pasar y al que, sin embargo, se la echó como si fuese bueno. El pecho por delante, las piernas en compás, hundidas en la arena, la muleta detrás de la figura hasta que sale para citar. Todo con la máxima pureza. Hasta resultó grosero el grito del iluminado de turno pidiéndole que se pusiese a torear. En fin. Un pinchazo y una estocada dieron paso al reconocimiento de Madrid en forma de ovación.


De nuevo se fue Gómez del Pilar a recibir al sexto en el portón de los sustos, y allí se le fue el caballón de Hoyo de la Gitana que derribó luego al picador por la boca del caballo y se quedó empujando en el peto sin gobierno. Bueno fue, sin embargo, el segundo puyazo, con el toro arrancándose con codicia y llegando abajo al peto para empujar. Y con la muleta tenía guardadas cuatro arrancadas y media, las que le robó Noé por abajo, con el pulso perfectamente acoplado y el corazón disparado en busca del infinito. No hubo más transmisión y hubo que tirar del fondo de nobleza del animal, poner mucho de su parte y volcarse en las ganas en los muletazos suaves y aterciopelados con que construyó el final de faena. Sonó un aviso mientras montaba la espada y se le intentaba echar el graciliano. Dejó media estocada efectiva y escuchó silencio.


FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las Ventas. Corrida de toros en desafío ganadero.

Toros de Palha y Hoyo de La Gitana, manso y flojo el esmirriado primero, deslucidisimo, reservón, mirón y complicado el peligroso segundo, pasador con aspereza el insulso tercero, aplomado y agarrado al piso el cuarto, reservón, mirón y complicado el peligroso quinto, de nobleza sin duración el sexto.

Rubén Pinar, silencio y silencio.

Javier Cortés, ovación y ovación.

Gómez del Pilar, vuelta al ruedo y silencio. 

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