Es difícil glosar la vida profesional de Fandiño si no se conocen rasgos de su vida cotidiana desde sus balbuceos hasta la trágica tarde francesa en Air-Sur- L’adour.

¡Adiós Iván! torero, amigo

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EDITORIAL

PROGRAMA LA DIVISA DEL 19 DE JUNIO 2017

PEDRO J. CÁCERES



¡Adiós Iván! torero, amigo


Buenas noches.

Es una fórmula de cortesía y respeto habitual para comenzar un diálogo, incluso un monólogo como este editorial.


Pero no son tan buenas, las noches de hoy, de ayer de antes de ayer y no lo serán por mucho tiempo desde hace poco menos de 48 horas en que sin cumplirse un año de la muerte de un torero en acto de servicio como lo fue la de Víctor Barrio el 8 de julio de 2016 en la plaza de Teruel, el 17 de junio del presente pasará a la historia negra, pero tan real, de la tauromaquia por otro sacrificio de hombre vestido de luces chispeantes, un TORERO: Iván Fandiño. Una fecha en catafalco y azabache.


Es difícil glosar la vida profesional de Fandiño si no se conocen rasgos de su vida cotidiana desde sus balbuceos hasta la trágica tarde francesa en Air-Sur- L’adour.

Su “guerra de la independencia” a la que el sistema taurino es tan hostil hacía complicado al sector y a la prensa especializada profundizar más allá de los triunfos puntuales que fueron muchos para obviarle en los momentos difíciles que desde hace un par de temporadas estaba atravesando, en lo profesional que no en lo personal ni tampoco en su madurez y evolución como torero buscando lo que quería y sabía que iba a encontrar aunque le hiciera falta tiempo, memoria y grandes espaldas para soportar incomprensiones como en los últimos tiempos, que eran de vacas flacas, la llamada afición de Madrid, “la ilustración”.

Un segmento influyente de Las Ventas que apadrina, en principio, a los que emergen a base de pedernal pero cuya tutoría interesada les lleva a convertirse totalitariamente en inquisidores en cuanto, por méritos propios, se asciende en el escalafón y se busca, legítimamente, ser figura del toreo por encima de ser “torero de Madrid”…pero de agosto…


Un Madrid (junto con Bilbao) al que había dado todo. Incluso antes de su particular dos de mayo en que empezó a ver “color”.

Luego, en pleno ascenso, su generosidad yendo al límite en retos a veces descabellados como la corrida en solitario con varios hierros descatalogados y metiendo entre col y col lechuga tampoco fueron agradecidos. Al contrario, estaba ya en la diana.

Lo había fiado a los impagables servicios prestados a la causa venteña pero ya se sabe que lo fiado “ni agradecido ni pagado”.

Bilbao, como otras plazas emblemáticas, quizá por presumir en El Botxo de tener compitiendo entre los mejores al más importante torero vasco de la historia, si le respetó. Siempre (ahí están los carteles recién salidos para este año).


Subió a los palacios por méritos propios, por ser triunfador varias ediciones de Madrid y recorrer en triunfo todas las ferias del circuito selectivo pese a que muchas, o todas, o casi todas, las figuras que hoy le lloran intentaron no darle ni agua y que no pasara del umbral de dichos fortines de lujo en el que siempre había un empresario que hacía de “segurata” y mamporrero de la endogamia habitual

Fandiño, ni en sus tiempos de grandes éxitos y de enorme regularidad en la continuidad nunca fue “uno de los suyos”.

La excusa es que “iba por libre”. Su carácter de serena, pero lógica, rebeldía le cerraba muchos despachos que contaban además con el apoyo inestimable de los “leotarderos” del sistema.

Se interpretaba que él y su inseparable y fiel apoderado, celoso guardián de los valores del “fandiñismo” - y por lo tanto molesto- estaban siempre a la defensiva. Craso error, siempre fueron al ataque, a cara descubierta y pecho generoso sin dobleces, en corto y por derecho, quizá porque la ofensiva es el mejor antídoto para la defensa.


Supo bajar a las cabañas con la humildad y dignidad de la que solo son capaces los grandes con éxitos en esos mercados más plurales y menos elitistas, más de hombres que de nombres, como América y Francia que en muchos casos son la trinchera en la que han rumiado las injusticias y sus consecuentes recelos tantos toreros hasta proyectarles de nuevo a competir con los de arriba. Casos haberlos “hay los” y en eso andaba Fandiño.


No era un torero de dinastía o estirpe. Ni siquiera de los protectorados de las escuelas. Sin pedigrí.

Era taurinamente apátrida. Origen gallego, nacido en Vizcaya(Orduña) y afincado en La Alcarria. Una Alcarria que quizá sea el último bastión de los orígenes de muchas figuras que lo fueron después: las capeas.

Capeas de animales pasados de edad, cuernos y peso, con ADN de “moruchería” y el bachiller y la universidad hechos a base de presentarse a todos los exámenes.

Un modelo que curte, en el toro y en la vida, pero va a “toro pasado” de los tiempos actuales de mimos y cuidados, a veces lujos tan superfluos como innecesarios, cuando los visionarios del sector creen haber visto un mocoso con hechuras y maneras.


Un torero fraguado a sangre y fuego. Un torero importante pero que “no caía bien” …

hasta la tarde-noche del sábado en la que ha empezado el desfile de “golpes de pecho” cuando un toro ha dejado seco a quien tantas tardes avisó con su sangre derramada en alberos de todo fuste y condición que no era uno más. Era un TORERO, en mayúsculas.


Hoy lloro la muerte de un torero sin que me queden lágrimas que verter por la muerte de un amigo.

Siempre le respeté embutido en un vestido de torear, cuando le conocí como hombre le admiré.

¡Fandiño ha muerto! ¡Viva Iván! Por siempre, amigo.




Es difícil glosar la vida profesional de Fandiño si no se conocen rasgos de su vida cotidiana desde sus balbuceos hasta la trágica tarde francesa en Air-Sur- L’adour.



Su “guerra de la independencia” a la que el sistema taurino es tan hostil hacía complicado al sector y a la prensa especializada profundizar más allá de los triunfos puntuales que fueron muchos para obviarle en los momentos difíciles que desde hace un par de temporadas estaba atravesando, en lo profesional que no en lo personal ni tampoco en su madurez y evolución como torero buscando lo que quería y sabía que iba a encontrar aunque le hiciera falta tiempo, memoria y grandes espaldas para soportar incomprensiones como en los últimos tiempos, que eran de vacas flacas, la llamada afición de Madrid, “la ilustración”.

1 Comentarios

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Para la afición ecuatoriana la muerte del maestro FANDIÑO tiene doble connotación por que pierde a una figura del toreo que fue ídolo del Ecuador y deja en la orfandad a hija de madre ecuatoriana, de familia distinguida, criadora de reses bravas y con gran tradición taurina.

escrito por CARLOS SOLINES CORONEL 04/jul/17    00:37

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