Don San Isidro

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EDITORIAL 

Programa La Divisa del 12 de junio 2017

PEDRO J. CÁCERES



Don San Isidro


Se nos va un San Isidro más, que en primera lectura es uno de los mejores, sino el mejor, de los últimos tiempos. Esa es la impresión, grata, que ha dado, aunque las comparaciones sean odiosas y cotejar con ejercicios anteriores nos pueda desdecir de lo apuntado, así que dejémoslo ahí.

Quizá la fragilidad de memoria o la realidad reciente de lo sucedido (fresco todavía) nos lleva al optimismo sobre esta edición en el elemento toro, y Madrid es por encima de todo el toro.


Y en 2017 en el primer ruedo del mundo ha quedado más que patente la variedad y gloria ganadera expuesta.


De los toreros ya nos hemos ocupado en ediciones anteriores (editoriales sobre Marín, Ponce y Del Álamo) de esta revista y ya tienen ellos sus medios de propaganda para sublimar su presencia o en su caso tapar su desapercibido paso.

Pero sí conste en acta las merecidas PG de Marín, Ponce y Del Álamo (que debió de hacerlo con 2 de un toro o las 3) más la doble de Ventura la de Sergio Galán y ¿por qué no? La más de atrezzo de Leonardo.

No se puede olvidar uno de Talavante (3 de 3) de la importante oreja de El Juli, del “robo” a Ferrera, que debería estar en el cuadro de honor, y de hecho para mí lo está con quizá la faena más importante de la feria lo mismo que la de Castella al que su honestidad en el lucimiento, justo, del toro “Hebreo” le “robó” (esta vez no fue el palco) su salida e hombros. Importante la arrancada por Roca Rey y las de Adame y Perera. Ilusionante la de G. Del Pilar. Las cuestionadas de Morenito y David Mora también en su contexto tienen su corazoncito como las vueltas al ruedo de Fortes, Gonzalo Caballero y el novillero venezolano Colombo víctima de otro “atraco”. Buena, o más, feria de toreros. Quedémonos ahí por no hacer el relato interminable.


El toro: desde aquellos dos importantes toros de Montalvo el 15 de mayo, pasando por la humilladora condición de los animales de Lagunajanda y ese crucial animal de Fuente Ymbro en manos del mejor Fandi.

Buena corridas de Cuvillo y la baza triunfadora, ya imprescindibles, de Alcurrucén, capítulo I.

La grandeza de Capea en la de “a caballo”, la histórica vuelta al bravo “Hebreo” de Jandilla, la completa corrida de Victoriano y el comienzo con buen pie de Domingo Hernández en un debut para el recuerdo en la primera plaza del mundo fueron pilares del serial al que “los Lozano” sumaban un segundo encierro en el “tipo de la casa” con otra Puerta Grande.


Ha habido más que no es letra pequeña. Lo recuperable del hierro de Dolores Aguirre para las grandes ferias, esos dos toros de Talavante y Ureña en la “victorinada” y ese imborrable triunfo santacolomeño de Rehuelga.

Seis encastes, o más. Seis distintas glorias, o más, para el toreo que han respondido a Madrid y ésta les ha brindado su cariño. Que dure eternamente.

Entre las decepciones: Valdefresno, Juan Pedro, El Torero y sobre todo Cuadri, Adolfo y Miura, la reserva espiritual del “torismo” y de la “ilustración” venteña.


Lo que no ha sido tan buena noticia ha sido lo del palco: cada uno de su padre y de su madre, todos muy malos. Hasta el mejor (D.Trinidad) cometió pecado capital en solidaridad con la mediocridad de sus conmilitones.

De los veterinarios, lo mismo, aunque de forma más discreta por no actuar en desechar ejemplares cara al público y descabalar corridas sin fundamento visto lo que aprobaron.

Quede aquí su reprobación y poco más para no hacerlos protagonista que a lo mejor con sus maldades es lo que pretenden, amén de ponerse los dodotis ante la cada vez más caduca y trasnochada, casposa, insurgencia que cada año que pasa hace más el ridículo.

La 1ª Plaza del mundo ha revalidado un año más su título por 32 días seguidos de toros con una asistencia media de 20.000 gentes y la repercusión de lo ocurrido, todo en mayor o menor grado importante, para bien o para mal.

Nunca lo fue (lo de “primeradelmundo”), todo lo contrario, por la “yihad venteña” ni por la indocumentada inquisición presidencial ni por los vaivenes veterinarios que en muchas ocasiones pusieron en riesgo tal remoquete. En esta ocasión pese a su empeño tenaz no lo han conseguido, todo lo contrario. Es parte del éxito de esta edición.

Ni siquiera el almacenaje de ¿celebritis? de todo pelo y condición en los burladeros de callejón pretendiendo ser apadrinadas la nueva empresa y su televisión de cámara más los políticos y enchufados del “régimen” hasta vergonzosos “overbookings” que parecían el metro en hora punta han incidido en la buena imagen global de este San Isidro.


En definitiva un San Isidro brillante en que sin comparaciones por aquello del beneficio de la virginidad de gestión hay que llamarle de Don: “Don San Isidro”.


“Don San Isidro”, aunque la procesión vaya por dentro.


En noviembre les cuento por si todo este oro que reluce es de ley, 18/24 quilates, media ley o un baño bien impregnado. 

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