Tercer toro de Alcurrucén para Juan del Álamo. Oreja con dos vueltas al ruedo por capricho presidencial

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De blanco y plata a las nueve y cuarto iba caminito de Alcalá. Vestido como los toreros de Madrid. De blanco en plata, como el nuevo-viejo torero de Salamanca al que un rosario de orejas le tenían listo el 8 de junio para que germinase la encina de Su Majestad, que también cruzó de blanco y plata catorce veces esta puerta. De blanco y plata, con dos y no tres por la ruin condición de un presidente que evidencia el delicado momento de un palco a la deriva, antagonista del Robin Hood que siempre fue el Madrid del apoyo al débil y la exigencia al fuerte, de robarle al rico y ser benévolo con el tieso, de entregarse a la verdad y ser criminal con la mentira.

Y esa sonrisa a medio gas, esa muesca entredicha de torero recio y ese gesto enjuto y despenado pero de alma inquieta por buscar el toreo ya en el patio de cuadrillas no tenían nada de falsedad. Por eso fue la tarde de Juan: la tarde de la encina de la nueva Majestad que hoy vistió de blanco y plata. Como Palomo, el que hace un mes dejó esta vida y que fue torero de Madrid por lo civil o por lo criminal. De blanco y plata el que vistió aquel zapatero jiennense al que una Oportunidad con la Casa que hoy lidió en Madrid le dio la gloria dorada. Pero siguió vistiendo la plata que lo hizo rico porque le debe, como hoy Del Álamo, la gloria a Alcurrucén, al que le dio vida la plata y gloria el Madrid que hizo grande al Palomo al que hoy honró.

Hoy Juan del Álamo quiso y, queriendo, pudo a un extaordinario primero que a cualquiera sin su oficio descubre. Fue fulgurante el inicio de muleta rodilla en tierra, con el toro empujando hacia adelante, el charro templando tela, mirando al tendido en un sorpresivo natural y rematando después con garbo. Mucha fijeza la del toro, que terminó embistiendo con mucha profundidad a zurdas en una postrera tanda del charro de sentirse mucho antes de entrar a matar. Un auténtico zambombazo le dejó con la espada para tirarlo sin puntilla y pasear más oreja en su paso por Madrid, que le pidió con fuerza la segunda y lo obligó a dar dos vueltas al ruedo. De blanco y plata aplaudía el Palomo al que los Lozano hicieron rico y que hoy pusieron en el camino a Juan.

Y le ovacionó Madrid antes de que se hiciese presente el sexto, al que pura determinación fue la medicina para mecer al descompuesto mansurrón, con el que se hincó el blanco y plata del charro en la arena para darle trapo y girar talón, recoger las embestidas y vaciar las pasadas, a pesar de que no guardaba lindezas el toro para regalarle a Juan. Y se jugó la vida el salmantino con un toro de media altura, cara sucia y suelta y vicio de venir por dentro. Juan no evidenció nada de eso. Se fue decidido a cortarle la oreja que se le había quedado a deber, ya fuera por lo civil o por lo criminal. Y lo consiguió.

Adame, a partir de hoy el mexicano que más ha toreado en Madrid, vio de oro la condición del segundo: más se fue el toro en la muleta, con la que le consintió mucho hasta que llegó el momento de citar largo, anclar talón, girar con sutileza sin perder pasos y dominar sin dudar. Y eso lo hizo Joselito a la perfección con una animal que no terminó de coger vuelo y que terminó rajado. A pies juntos inició la faena de muleta al sexto, ganando el paso en cada estatuario pegado hasta llegar a los medios con el animal volviendo siempre. Sin embargo, no fue este quinto igual en claridad que sus hermanos anteriores, y demandaba más anticipación, saliendo más desentendido y con menos raza.

No mató al excelente cuarto un Cid que sí, hizo ademán de caer bien, pero no estuvo a la altura de la extraordinaria condición del animal. No supo darle la vuelta a la tortilla de esa situación que lo ha llevado sólo una tarde en el abono al que ya no predica el toreo que glorificó a esta plaza.

Y de blanco y plata germinó hoy la encina de Salamanca en Madrid. Ahora irá el héroe del 8 de junio en el furgón que camina ya hacia el chalet que aguarda Salamanca. Será finca, Juan. Lo sabe el Jonathan que fue tieso, lo ha asimilado hoy el Del Álamo que es camino y lo atestiguará el Madrid que, de blanco y plata, le devolverá todo lo que le dio de una en una hasta llegar, hoy, al núcleo del rosario de orejas que había sembrado.

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