Una corrida con más notas negativas que positivas de Victoriano del Río permitió cortar dos orejas con polémica por la concesión de la segunda; una paseó el valor de Román y de vacío Castella

Perera en hombros, 2 orejas del 4º y Román 1 en tarde triunfalista

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JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO


El triunfalismo inundó hoy Valencia, por eso una crónica sin orejas es el más justo baremo para equilibrar una tarde en la que no importan números ni premios ni hombros ni palmas ni siquiera los más de tres cuartos de entrada que copaban los tendidos levantinos. Nada de eso. Importa el por qué y el cómo tres tíos se enfrentaron a una corrida en la que los puntos negativos ganaron a los buenos. Una corrida que no tuvo versión dura pero tampoco la clarividencia de su hierro. Y en ese limbo del punto medio radica la mediocridad que hoy Victoriano del Río echó en la calle de Xátiva.


Tiene Perera el peso y el poso que siempre ha buscado. Y no necesita puertas grandes el que ha vivido la gloria y el fracaso en trece años de matador: necesita sentir, que es lo que le hizo al soplarle el toreo al natural al quinto. Sin triunfalismo vino y con él, aunque no fuese su culpa, se fue el torero al que la veintena de festejos americanos le dan ventaja sobre el resto y al que la esclavitud invernal a la que se somete por puro ímpetu personal le sitúan en primera línea.


Ese fue el Miguel Ángel que trenzó hoy el paseo en el Levante: porque aire de regusto tuvieron los ayudados y mucho toreo despacioso una primera tanda en la que el toro respondió con cara baja a la propuesta humilladora de su muleta. Fue listo su corazón al entregarse al natural que consiguió tras la estocada un doble premio que debió ser individual. Y ese problema triunfalista del palco, extendido a la triple jornada que se avecine, puede ser perjudicial para una afición que elige y elogia selectivamente sus gustos en el abono. Antes, el extremeño le dio la vida brava que no tenía la capa tostada del manso tercero, encastadito en los primeros compases pero cacareando en el último.

Le importaron las orejas a Román, que no tuvo premio en volandas pero sí en evolución. Fue esa la que se le percibió al valenciano, al que las prisas ya no atormentan y al que el semblante ya acompaña de cara al tendido. Le ganó el paso adelante el torero que se coloca cuando pocos de su generación lo hacen. Y es que el torero al que el valor impío envenenaba su mal trazo hace unos meses vio clarificada su proposición, sobre todo en pulcritud. Esa que la obsesión por la técnica no le dejaba alcanzar en octubre y que, en marzo, y tras las comeduras gélidas de testa, por fin ha encontrado Collado.


Así lo hizo ver frente al segundo, trasteo en el que no dejó que los pasitos deslucieran su composición. En ese a punto estuvo de ver el hule cuando la violencia del de Del Río hizo presa de su inocencia en un inicio por hinojos. Luego repitió el susto en una arrucina en la que Román cobró la mala imitación. Reposado y maduro hizo la suerte, que fue más bella que el feo espadazo bajo que acabó con el toro. Ante el sexto, y tras no dejar quite viviente en toda la tarde, intentó pero no pudo porque se le desinfló entre sus manos.


Está en forma Castella, pero ojalá no caiga en el error que en 2014 le expulsó de las quinielas, que en 2015 olvidó alcanzando la gloria y que en 2016 anduvo intermitente con más sombras que luces: torear preconcebido. No tuvo opción en Valencia, incluso anduvo por encima de un primero en el que cometió el error grave de no darle un segundo puyazo, algo que acusó en faena con un animal andarín y con viveza violenta siempre que tenía alguien delante. Tampoco a toques fuertes se hizo con él el galo. Rebrincado le embistió el cuarto, al que tampoco le sacó fruto.


Y así fue una crónica sin orejas, la crónica de una tarde en la que el triunfalismo hizo mella en los más de tres cuartos de plaza que inundaron la calle de Xátiva. Un triunfalismo que no es, ni mucho menos, buen sino para el aficionado en potencia. Porque no se merecía la división al salir en hombros el firme Perera que se jugó la vida. Y el palco tuvo la culpa, por triunfalismo en vena, de errar en detrimento de una afición que necesita regla imparcial para saber dónde está su Norte.


FICHA DEL FESTEJO


Plaza de toros de Valencia. Séptima de la Feria de Fallas. Corrida de toros. Más de tres cuartos de plaza.

Toros de Victoriano del Río, andarín un primero al que le faltó un puyazo; rajado descaradamente el segundo; repetidor pero a menos el tercero; de tranco rebrincado el cuarto; con durabilidad mansurrona el quinto y aplomado el sexto.


Sebastián Castella, silencio y ovación.

Miguel Ángel Perera,palmas y dos orejas.

Román Collado, oreja y silencio.

INCIDENCIAS: Se desmonteró tras parear el segundo Javier Ambel, tras parear el quinto Curro Javier y tras parear el sexto Raúl Martí y El Sirio.

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