“Imperial”, de Ave María, llevaba por nombre el quinto, primer sobrero, al que Pablo Aguado esperó a portagayola en los mismos medios de la plaza y recibió una soberana paliza en el segundo farol que le recetó en ese lugar. Visiblemente mermado, se lo llevaron a la enfermería, pero en ese momento salió como una bala el joven sevillano y se hizo con un capote para seguir con su labor. Con fiereza se arrancó al caballo de Mario Benítez, que le recetó un puyazo trasero. Visiblemente mermado, prosiguió con su faena dejando dos detalles con la rodilla en tierra importantes en el prólogo muleteril. No decía nada el animal, al que se debió imponer con tranquilidad Aguado a pesar de estar mermado físicamente. Nada pudo hacer sino matarlo por arriba.
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