Cuando el alma explota

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JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO


Cuando el alma explota sólo puede controlarla aquel que está seguro de saberse dueño de su propio destino. Por sí sólo. Sin ataduras morales. Sin que el corazón se sienta títere ni la cabeza se guíe por el sino en el que no cree. Sin que el niño que todo torero lleva dentro siga ausente en cada paseíllo. Sin ser un simple obrero asalariado cuando en el carné figura artista. Y entonces, sólo cuando el alma explota y se siente libre, es cuando la plenitud humana cobra todo sentido. Porque nunca un traje de luces pesó más que el de hoy de López Simón en Bilbao.


Y él ha sido el que ha dicho que no era su culpa: pues bien, quien cargase sobre sus hombros la responsabilidad del duelo debe sacar las agallas para dar la cara por él. Porque le dolieron a Alberto como puñales todos los pitos que le propinó Bilbao en el paseíllo.Y esos minutos liado junto con los de Curro Díaz tras la tarde innombrable, con una puta vida en juego, deben ser lo peor que en una plaza de toros haya experimentado un torero este año.


Es triste que explote tu alma por sentirte factoría contractual del torero que jamás soñaste ser. Y fuerte que encima etiqueten de veto lo que en un lugar de la Mancha se cuajó mientras dos rabos hacían libre al torero que Barajas escribió en el destino. Perra realidad.


Lo sabe Alberto y también lo sabe José, del que fue la tarde: explotó el alma de Garrido cuando vio que le repetía sin clase el segundo y había un mínimo resquicio de salir de la sequía de bravura que la mala baza le había regalado estos meses. Y le dio sentimiento al inicio, explotando de razón al cargar la suerte en la primera tanda a diestras. Porque la llevaba su sensación de figura. Explotando también de corazón en la proposición siempre firme a un rajado que quería irse. Y explotando de regusto al torear como sentía a sones de Nerva. Explotando de mano baja al aprovechar la humillación exigente del animalaco, siempre dócil pero huidizo a la verdad del extremeño. Explotando de sabiduría en los tiempos que merecía el de Torrestrella y explotando su alma en ese abrasamiento a diestras que rubricó trasteo. Pero reventando de rabia en el pinchazo que de su mano borró todo fruto.


Aún no sabía para cuando le robó Matías la oreja del cuarto que estaba solo ante el destino por la zancadilla moral que hoy sacudió el alma de Simón. Y a ese, que brindó al subalterno José Manuel Soto, le propuso con la solidez tremebunda de quien sabe lo que quiere porque ejecuta lo que su alma dicta. Y ésta, que no entiende de razones, sí comprende de valor, y fue éste el que hizo tirar hacia adelante a José con la tarde y con aquel bobalicón toro, al que cuajó por naturales mientras el de Torrestrella sólo pensaba en rebañarle el rostro en cada remate por alto. Y casi lo consigue. Pero la peor cara arriba fue la de Matías, que es el humano el que yerra…


Estaba convencido de su oficio de figura también cuando el tren quinto pisó la arena. Y el odio exigente del toraco lo transformó en paz por bajo el torero. Repuso uno y se puso otro. Y se puso de verdad José para soplarle la explosión del alma al natural que merecía su Bilbao. Superior. Como el recibo al sexto, que le saltó de forma olímpica al echar el costero por parejo a tierra viéndolo venir de frente. Y le pegó un farol. Y otro. Y el tercero. Y la plaza con él. Y bragueta en las verónicas. Y testosterona ante el aplomo del enemigo. Y mala espada, la que hoy le impidió irse en volandas del Botxo. Error que no permitió verle fruto a la explosión de su alma.


Y el error no fue lo que pasó o pudo pasar antes del recital de Garrido: el error es que vuelva a suceder. El error es que Alberto sea espejo de lo que él no siente. Y él, que sufrió la peor de las cornadas morales al decir no a su plaza en mal trance para verse después en buena lid por salir cuatro veces a hombros caminito de Alcalá, tiene mucha gloria en su alma con la que explotar las plazas que pisa.


Y no. Realmente no sé por qué. Pero las lágrimas de un torero conmueven. Hacen pensar. Duelen.


FICHA DEL FESTEJO


Plaza de toros de Vista Alegre, Bilbao. Séptima de las Corridas Generales. Corrida de toros.

Seis toros deTorrestrella.

Alberto López Simón, silencio y silencio.

José Garrido,ovación, vuelta al ruedo, oreja y palmas.


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