Lunes de Resaca: En recuerdo de Víctor Barrio

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Hay que ser muy hombre para recoger la muerte entre tus manos, llevar la vida inerte a la enfermería, querer que te trague la tierra a las 20:25 y enfrentarte al mismo infierno veinticuatro horas más tarde en Pamplona. Muy hombre y muy héroe con alma inmortal. Como la de Víctor, en la que pensaba Curro Díaz en San Fermín. Bendito amor a un ideal el de nuestra pasión.


Rompía en ese mismo momento en llanto la Sepúlveda que lo vio nacer, que lo vio hacerse hombre, que lo vio ser torero por casualidad y que lo vio enamorarse de Raquel. Se rompía por dentro la Sepúlveda que lo vio crujirse al natural en su portátil mientras tres compañeros le dejaban a Víctor la corona del pundonor haciendo frente a la tarde de Pamplona. Eso es de tíos, toreros en cristiano.


Estos días admiró la sociedad un poquito más a los que se visten de luces mientras lloraba el pueblo que pocos conocían hace un día. Mientras lloraba el rincón de la Castilla profunda que vio crecer, nacer y ahora irse al tío larguirucho, seco, espigado, de físico fuerte y alma humilde al que ayer un toro le quitó la vida en Teruel. Dura y pura realidad de una Fiesta que no entiende una sociedad enferma. Mientras, lloraban los 1168 corazones sepulvedanos por ver uno partío que no es sino germen de nueva vida. Porque Víctor muere porque no muere.


Y eso ocurrió mientras lloraba Sepúlveda lágrimas de despedida a un torero de los pies a la cabeza. Mientras lloraba la Castilla profunda la gloria eterna y admirable de un torero con mayúsculas. Mientras tanto, el rito festivo pamplonés admiraba un poquito más a los que se visten de luces.Y mientras, se iba Víctor Barrio caminito de su Virgen de la Peña, en volandas de Rodolfo, entre vivas de Renatto y con la tarea nada fácil de darnos fuerza desde arriba. 




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