Lo que no sabe la gente normal

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JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO


Son las doce en punto de la noche. En estos mismos instantes, el corazón de Manuel Escribano, en la UCI de la Clínica Perpetuo Socorro de Alicante, canta por soleares porque la vida, que le puso hace cuatro horas la mayor traba tras La Adrada, le ha regalado soñar otro capítulo más. Cómo son los toreros, cómo es su historia y, sobre todo, qué poco amor les tiene una sociedad capitaneada por intereses ideológicos.


Hoy y a esta hora, la gran mayoría de los que mañana meterán el papelito en la urna no conoce ni quién fue Datilero, ni por qué estaba hoy Escribano en Alicante ni cómo indultó a Cobradiezmos en La Maestranza. Saben que un toro le ha segado la safena y femoral, que le ha eviscerado un testículo y han buscado en Google lo que significaba un shock hipovolémico para saber que a Manuel le bajó a tal punto el volumen sanguíneo circulante que el corazón se volvió incapaz de bombear suficiente sangre al cuerpo. Y no respondieron algunos órganos. Ni Datilero ni Cobradiezmos. Recuerdan someramente La Adrada y, por supuesto, el shock hipovolémico de esta tarde. Pena de sociedad.


Como tampoco saben que cuajó hasta que pudo al primero, que le sopló naturales con el temple que hace un año no tenía, que le aprovechó el rebose de humillación en su muleta al cárdeno, que le llevó la pañosa muerta sobre la arena y que evolucionó un escalón más un concepto que tiene futuro. No saben tampoco que irse a chiqueros es jugarse el corazón contra la muerte misma que ese cuarto llevaba en sus entrañas. Y con chinchetas le embistió a Manuel hasta que le bajó la cara y llegó el drama… eso sí lo saben. Por eso no lo contamos más.


Como tampoco que la pena del tieso fue la que dulcificó a Francisco José Palazón en ese tercero, cuando Ureña le brindó su corazón por haber perdido veinte minutos antes la oportunidad de su vida. La pena del tieso en un gesto del que lo fue y hacia el que quiere no serlo. Estos valores que no existen fuera del toreo son los que Paco le ofreció con su muleta a ese cárdeno, al que le mostró en corto y por derecho muleta tersa, trazo largo y muletazo entregado ante la humillación máxima del de Adolfo. La plaza rota. El corazón dormido ante tanta entrega. Y una oreja que despenó la imposibilidad del sexto.


Esa misma pena del tieso que no quiere ver una sociedad acostumbrada al triunfo por no querer ver el fracaso fue la que le tocó a Palazón en el segundo. Toreó bien un alma con doce de alternativa en búsqueda errante de la bravura. Y la encontró, porque hoy a Palazón le salió entre los suyos un toro para ponerlo a funcionar y se fue con los tres avisos. Suena al dramatismo de una novela negra pero es la dura realidad del toreo. Y eso, el fracaso, es el valor que no quiere ver una sociedad acostumbrada a ganar y nunca a perder.


Lo que no sabe la gente normal, más allá del Triángulo de Scarpa, es que el corazón de Escribano ya está bailando por sevillanas para ponerse de nuevo delante del toro. Que saldrá de ésta, que será gozo de partidarios y crítica de detractores, pero y porque tiene futuro en la tauromaquia.


FICHA DEL FESTEJO


Plaza de toros de Alicante. Cuarta de la Feria de Hogueras. Corrida de toros. Lleno.

Seis toros deAdolfo Martín.

Manuel Escribano, oreja y oreja -toro que mató Palazón por estar herido-.

Francisco José Palazón, silencio tras tres avisos y ovación.

Paco Ureña, oreja y silencio.

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