Dios torea al natural

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JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO


Dios vendió hoy y en Alicante su alma a un mortal para torear al natural por diez minutos. Jamás pensé ni quise darle vueltas a que mirarlo vestido de luces sería para tanto. Ni tampoco olerlo. Ni oírlo citar. Ni sentirlo latir. Ni siquiera que te llegara su susurro en la vuelta al ruedo. Jamás imaginé que verlo fruncirse, verlo sonreír y verlo soñar toreando iba a romper tantos esquemas de cómo entender la tauromaquia aunque sólo fuese en seiscientos benditos segundos.

Eran las 18:58 y su divino semblante todavía no había asomado por el olivo. 


Permanecía oculto, oscuro mientras once mil almas expectantes pedían cita al diablo para que aquel semidios con alma todavía de humano asomara sus ojos y mirase de frente a algún elegido. No lo hizo hasta en punto. Pero Dios, por no profanar el misterio de la Trinidad, no se encarnó en José Tomás hasta las 20:43, ni lo hizo de su misma condición hasta ese momento, ni hizo que los hombres viesen su semblante en el flequillo nevado de su verdad hasta esos divinos diez minutos en que vendió su alma a un mortal.


Le bailó a la muerte aquel cadáver vivo vestido de marino con el Verbo encarnado de su propia divinidad en el inicio por derechazos al segundo; le mostró taciturno el semblante despiadado al mismo satanás en aquella proposición no apta para mortales y le enseñó esa misma tez coronada ya por la pasada cuarentena de cárdeno y perla para morirse vivo en la cara del de Cuvillo. Vivir para ver morir pensaban las once mil almas en el cemento. Vivir para morir pensaba José Tomás. Y Dios, por no profanar el misterio de su Trinidad, le regaló 45 días de vida más de los que sólo Huelva sabrá si son o no el último trance del que quiere dar la vida por la tauromaquia. Y todo eso en el segundo, una hora antes de que vendiese su alma a un mortal.


Debía aún demostrarle el mito al Altísimo su verdad para conseguir su alma por unos instantes, y atestiguó con creces JT que está hecho por trayectoria a esto de las alturas a las mismas 20:43. Del cielo y el trueno de Zeus fueron los delantales y tafalleras del quite; de entre los muertos de Hades resucitaron los estatuarios de inicio; del mar de Poseidón resurgió el desprecio a ese prólogo; de la sabiduría de Atenea salió la estructura al bravo de Cuvillo; del olímpico Ares brotaron los cambios de mano y del fuego de Vulcano brotaron los derechazos de espanto. Y ahí, sólo ahí cuando el JT humano había demostrado a Dios su diversa divinidad terrenal, éste le vendió su alma por diez minutos para torear al natural. Hasta ahí puede explicarse, lo demás tiene por desgracia la llave del otro mundo.

Como también la tiene estar a la derecha de Dios por Hogueras. Y permanecer a ese lado como el maestro 


Manzanares para vibrar con su hijo debe ser morirse en el cielo de la eternidad. Y ya es difícil. Porque a la derecha del padre vibró Dols por ver cómo José Mari se enfurruñó con dulzura ante el gran sexto para pasearle dos orejas. Lo hizo para hincarse con la diestra y proponer con valor ante el negro la gracia que Madrid atestiguó y que volvió a demostrar ante los suyos en cuatro tandas. Soberbios los naturales a ese toro, encandiló a Alicante, y la gloria le ofreció en las dos orejas. Antes, no hubo tercero que valiese ni Manzanares que le hiciese faena al imposible de Cuvillo.

En el Manuel menor creyó el destino pero no estuvo acertado hoy entre los suyos. No logra romper en su escalafón el menor de la saga, y no es porque no le ayudase hoy un noblón abreplaza de Bohórquez al que el cielo le entregó la virtud noble de la transmisión. Ni tampoco porque el bonachón cuarto, que sí es cierto que se vino a menos, tuviese la gracia divina del empuje franco. Pero el cielo, que es sabio, ya había vendido su alma a un semidios por diez minutos para torear al natural en carne humana.


Hoy, que bajó Dios a humanizarse vestido de luces, vi por vez primera a un mito que dejó de serlo porque pasó a la divinidad de los de arriba. Por eso el Dios que se escribe en mayúscula merece la profanación de la terrenal divinidad de un José Tomás al que se nombra desde hoy con minúsculas. Porque el Dios celestial vendió al dios terrenal su alma para hacerse eterno con la zurda: vendió su más preciado tesoro a un divino humano para torear con la mano izquierda esta tarde en Alicante.

FICHA DEL FESTEJO


Plaza de toros de Alicante. Tercera de la Feria de Hogueras. Corrida de toros. Lleno de No Hay Billetes.

Toros de Fermín Bohórquez para rejones y Núñez del Cuvillo para lidia a pie. Noble pero aplomado y sin raza el primero; manejable pero sin transmisión el segundo; manso de libro el tercero; soso y sin chispa el cuarto; bravo y con entrega el quinto, premiado con la vuelta al ruedo; con entrega y transmisión el buen sexto.

El rejoneador Manuel Manzanares: ovación y palmas.

José Tomás (marino y oro): oreja y dos orejas.

José María Manzanares (celeste y oro): silencio y dos orejas.

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