¡Aquí hay tomate!

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JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO


Llegaron, se apretaron la mano y se miraron sólo de reojo en el patio de cuadrillas. Entrelazaron sus dedos y el pulso no dejó ni acercarse más allá del perímetro de seguridad que los toreros marcan con su mirada. Se echaron ojos de perro en el paseíllo mientras Ponce, cual crucifixión con dos ladrones a su derecha y a su izquierda que venían a robarle el corazón a Alicante, actuaba de árbitro y mediador en la pugna por el trono. Aquí, en la lucha encubierta de Simón y Roca Rey, se ha descubierto el tomate que necesitaba el toreo. La savia amenazante en el ruedo que requiere el duelo al amanecer que no rompió en Castellón. La reyerta ha comenzado. Y eso mola. Mola mucho.


Porque fue ataque el del madrileño, respuesta la del peruano e imparcialidad la del valenciano. Fue pugna la vivida en el preludio de una noche de San Juan en la que ambos han decidido no quemar lo antiguo para echárselo por cara en las plazas. Que es donde disfruta el aficionado. Y no precisamente porque parezca tez iracunda la de Simón, ni porque su alma exteriorice la apacibilidad que precisamente sus ojos irradian. No. Tampoco porque el candoroso rostro de Roca Rey no saque a la luz el ímpetu joven que lleva dentro. Nada de eso.Pero de no comulgar juntos a darse de jaques en la arena va un paso. El que les queda a ambos para, de respeto y oro, hacer del toreo el espectáculo aparentemente hostil que siempre fue y que, gracias a ese cariz, lleve a morbosos al cemento.


Y a estos dos chispeantes jóvenes, que están empezando a dar al toreo la droga de la emoción que el aficionado de su edad necesita, los paró la veteranía de un Enrique Ponce al que los años perdonan porque es eterna la madurez del caballero de la luz. Salió a hombros, que no ganó, la batalla una sien veterana que sabe que en la pugna está el futuro, que en el enfrentamiento respetuoso está el billete y que la batalla perdida está precisamente en la monotonía. La que hoy tampoco tuvo Daniel Ruiz, que le echó al de las veintisiete Hogueras dos veletas bien armadas para que se divirtiese.


Fue ese abreplaza, un "Fígaro” con la cara abierta y al que le faltaba transmisión, con el que preludió la batalla en el tercio –por no buscarse la incomodidad del centro del anillo- siempre a favor de la función. Quería ser imparcial y lo consiguió Enrique metiéndose en su canasto a un toro al que mató de una y bien, como se matan los toros y se pasean los despojos. También lo hizo en el cuarto, muy parecido a ese destartalado abreplaza y que supo sacarse con torería de inicio para remover las ascuas de la lucha joven. Y así, entre la flor de la madurez, se hizo con Alicante para pasear la oreja de su salida a hombros y sentarse en el taburete de juicio en el combate.


Salieron los gallos al anillo, y a Simón, más curtido en la batalla del pan de orejas diario o la muerte en los despachos, ya le había quedado claro un año antes que aquí o se arrea o se va al hoyo. Y lo sabe porque lo ha vivido y lo vio Alicante en su evolución capotera al segundo. Cierto es que el toro se quedó crudo, no entró al caballo nada más que para dos picotazos y excesiva fue la vuelta al ruedo, pero ese quererse comer la franela puso loco a Daniel Ruiz en el callejón. Mostró chispa alegre el astado, se gustó López Simón en un inicio en el que el toro siguió con viveza y, sin cansarse el animalito, le armó un auténtico lío Alberto para pasearle dos orejas. Entre enganchones, no fue el mismo torero en el quinto, al que le paseó otra más.


Roca Rey busca y encuentra en todo momento lo que quiere porque sus miembros siempre están dispuestos a proponer y conseguir. Es su ley. Llevaba tres Simón y le empató en el sexto. Porque se lo propuso su testosterona y lo consiguió su corazón. Espeluznante fue un inicio de faena al remiendo de La Palmosilla con cambiados por la espalda, rematando con la arrucina que ya ha convertido en normal y una soberbia sensación de seguridad del peruano. Fue lista su cabeza para resolver los múltiples problemas que le imponía, siempre con el deseo de ir a más y hacer pulcros los terceros muletazos, en los que el toro se quedaba en el embroque y reponía. No se dejó ganar la pelea y, aun saliéndose de su línea y atacando consiguió empatar por la izquierda a Alberto. Antes, le dio Andrés al tercero un tiempo fundamental entre tanda y tanda, sin atacarle, para que no se aburriese. Le paseó una sin amedrentarse ante la falta de empuje. El arrimón de perro nuevo puso el resto.


Dejaron sudor en el ruedo hoy tres que saben su camino: un Ponce que está en esto por amor, un Simón que sabe lo derramado y lo que queda por derramar y un Roca Rey que se come a bocados la vida. Y eso es bueno. Buenísimo. Porque al juez, que arrea aun no teniendo la necesidad de llevarse despojos para ganar kilos, y a los gallos, que hoy sentenciaron su lucha estival, esperemos que les espere un verano muy calentito. Como los recuerdos que en estos momentos Ponce quema en la playa y los otros dos se guardan para tirárselos en la siguiente…


FICHA DEL FESTEJO


Plaza de toros de Alicante. Segunda de la Feria de Hogueras. Corrida de toros. Lleno.


Cinco toros deDaniel Ruiz -de vuelta al ruedo el buen segundo aunque no se picó, con calidad el buen primero, premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre el repetido segundo, al que no se le picó, a menos el aplomado tercero, enclasado el cuarto, protestón el encastado quinto- y uno, el sexto, de La Palmosilla –deslucido-.


Enrique Ponce, oreja y oreja.

Alberto López Simón, dos orejas y oreja.

Andrés Roca Rey, oreja y dos orejas.


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