Ureña, torero de Madrid

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JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO


La historia de Paco Ureña, un torero con rostro de humilde pero concepto de rico, es la historia de un corazón que carga la suerte, un alma torea al natural con soberbia exquisitez y un espíritu que es eternidad templada. Pero una maldita técnica final que no mata bien.


La historia de Paco Ureña es la historia de un lorquino que, un lustro más tarde, se acordó de su tierra haciendo temblar, igual que en Murcia en 2011, a los tendidos venteños el pasado miércoles con el recuerdo emocionado de los suyos. Y lo hizo toreando al natural a un Domecq a la par que se los pega a los cárdenos, porque para ser grande hay que conformarse con poco, que es lo que hacen los ricos con cara de humildes.


Y esa, la historia de Ureña, es la que comprendió una tarde lluviosa Madrid. La comprendió porque antes la amó, y la amó rugiendo de olés con la tauromaquia de Paco… ¡Qué belleza el derechazo erguido! ¡Madre de Dios cómo concibe cargar la suerte! ¡Qué naturalidad en el trazo y qué verdad en la proposición! ¡Qué sentido común en el alterne de manos! ¡Qué de otro mundo las trincherillas finales y qué horror lo de la espada!


Ureña, el torero rico con cara de humilde, va haciendo mayor un concepto que antes Madrid trataba como débil y que hoy se consolidó en el escenario que lo sacó de pobre. Que lo pongan a funcionar ya. Que lo rueden más allá de las Ferias. Que lo vean los pueblos y toda España goce de la exquisitez de Paco. Porque hoy lo vio la madre de todas las plazas: el pasado miércoles nació un torero de Madrid.

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