¡Felicidades, maestro! Hoy se cumplen 50 años de la alternativa de Palomo Linares en Valladolid

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Hoy se cumple medio siglo de una fecha histórica: la alternativa de Sebastián Palomo Linares en la plaza de toros de Valladolid. Actuó de padrino Jaime Ostos, y de testigo Mondeño, que le cedieron el toro "Feillo", de la ganadería de Salustiano Galache. Recordamos aquella tarde bajo la libreta de Curro Fetén, que así contaba cómo se doctoraba el torero jiennense:


En Valladolid, donde se entiende de esto de los toros como en muy pocas ciudades andaluzas, ha tomado esta tarde la alternativa ese pequeño gran torero que es Palomo Linares. Y la ciudad ha vestido sus mejores galas a tono con el acontecimiento taurino que en ella se ofrecía. Por las calles y en los abarrotados tendidos –se puso el cartel de no hay billetes- caras conocidas de aficionados de toda España que naturalmente, no querían perderse el solemne acto de la investidura del crío como matador de toros. Ese crío que hasta hace un par de años soñaba con ser un día torero, con ser matador de toros de fuste, con salir del taller donde aprendía el viejo y honrado oficio de remendón. Su alma y su corazón de artista se revelaban y el muchacho no tenía más idea en la cabeza que la de ser torero. Menudearon las escapadas a los tentaderos de la provincia y hoy, por fin, aquel muletilla que asombró a los aficionados en sus primeras actuaciones en Vista Alegre y en su triunfal campaña de novillero después, se hacía matador de toros. Por eso a nadie extraña que en sus ojos despiertos, en su sonrisa de pícaro, en su juvenil rostro brille su desbordante alegría al tomar las armas de manos de Jaime Ostos y ante la presencia de Juan García Mondeño, tras haber asombrado a todos con un toreo a la verónica pletórico de temple y armonía, de gracia y garbo.



Ya es matador de toros el antiguo maletilla –ahí quedó la gran estocada como muestra en el toro que le abrió paso al escalafón superior- Pero antes, Sebastián había toreado, había llevado y traído a su antojo a su enemigo en una faena clásica, honda y pura, impropia de un novel y sí de un matador de toros con muchos años de andar por las cumbres de la gloria y de la fama. Porque torear como ha toreado Palomo es muy difícil, con ese aire, esa pureza, esa hondura y esa verdad. Su sentido del toreo, los muletazos largos, templados, ponían al público en pié. Qué lentitud en el traer y llevar la tela torera, que armonía y gusto en adelantar el engaño, ese suave toque para parar a su enemigo y llevarle lenta y templadamente después. Rematar sin agobios los muletazos, estar colocado siempre a la perfección… Por ello, cuando rodó el de Salustiano Galache de un pinchazo y soberana estocada, la plaza que ya era mediada la labor torera un mar de pañuelos, solicitó y obtuvo las dos orejas en honor del joven torero, que hubo de recorrer entre una apoteosis entusiástica el ruedo.



Y es que el nuevo matador tiene casta. Artista, dominador y con un corazón torero del que hizo gala en el sexto de la tarde. Un toro mansurrón y cobarde que hizo toda la pelea a la defensiva, aplomado hasta tal punto que tuvo Palomo que obligarle a embestir, provocando la arrancada dándole con la rodilla en los pitones. El toro tardeaba pero ante la porfía del diestro, no tenía más remedio que embestir, con genio y aspereza. Pero el nuevo doctor lo llevaba de forma insuperable, ora en pases sobre la derecha, ora al natural, en cuya suerte bordó una veintena de muletazos de asombrosa ejecución, enormes de temple, mando y aguante, que remató con sentidos pases de pecho. La plaza entera era un clamor cuando Palomo Linares lió la muleta y arrancó a matar. Nada hizo el toro por él y cobró dos pinchazos. Pero el muchacho debió pensar para su coleto: si el toro no ayuda, tendré que ponerlo yo todo. Y entregándose, sacando a relucir una casta que le llevará a la cumbre del toreo, cobró una estocada entera, de la que salió el toro muerto. Aquello fue el delirio. Otras dos orejas y la triunfal salida en hombros en medio de un entusiasmo difícil de describir. Bien puede decirse que Sebastián Palomo Linares, desde el mismo día de su alternativa triunfal, ha quedado calificado como primerísima figura del toreo. Su arte y su sentido torero le avalan.



El padrino de la ceremonia, Jaime Ostos, ha lucido también sobremanera al torear a sus dos enemigos, Con el capote el torero de Écija se ha hecho ovacionar con fuerza en verónicas de saludo que empalmó con apretadas y vistosas chicuelinas, que le valieron olés y ovaciones atronadoras. No quería limitarse Jaime a oficiar de mero padrino de la ceremonia y sacó a relucir su raza de torero y pese a que a su primer enemigo le faltó un puyazo, a nuestro juicio, realizó una grandiosa labor muletera. Una faena en la que al genio del toro opuso el astigitano el suyo, y de la lucha surgió una labor muletera de emocionante ejecutoria con pases de gran calidad y temple, que entusiasmaron al público que se le había entregado a la primera de cambio. Y es que el torero, pisando ese difícil terreno que siempre ocupa, toreó con reposo y excelentes maneras por derechazos de largo trazado y naturales espléndidos, a cuyas series ponía remate con apretados pases de pecho que hacían rugir la plaza. Faena grande, de torero en la cumbre de su arte, que promovió clamores en los tendidos. Mató de media y descabello a la primera y se le otorgó la oreja con triunfal vuelta al ruedo y protestas a la presidencia por no otorgar otra oreja porque la faena, la meritoria y bella faena, bien merecía. En el cuarto vuelve a ser ovacionado con el capote en verónicas de abierto compás, rematadas con media de dibujo. La faena tiene mérito en el embarcar superiormente la sosa y desmayada embestida de la res a la que Jaime, a fuerza de torería, de temple y dominio, realizó un excelente trasteo, con pases sobre ambas manos que merecieron los honores de la música y los olés de la concurrencia. Era faena de máximos trofeos, pero al no tener suerte con la espada, la cosa quedó en aclamada vuelta al ruedo. Al final fue paseado en hombros.



Veíamos por primera vez tras su reaparición en los ruedos a Juan García Mondeño. Y apresurémonos a decir que le hemos visto más torero que nunca, con el caudal inagotable de su valor y con el tesoro inestimable de su personalidad torera. Majestuoso, haciendo del toreo casi un rito, ha vuelto Mondeño. Un Mondeño sonriente, alegre y con unas ganas enormes de estar en los toros. Hoy ha triunfado rotundamente en el primero de su lote al que ha cortado las dos orejas y el rabo, tras torearle de forma colosal con el capote y realizarle una faena torerísima con pases de gran prestancia en los que ha pasado a su enemigo a la mínima distancia, entre el entusiasmo de los aficionados, que entre ovaciones y olés acallaban la música torera que sonaba en su honor. Faena de corte clásico en la que Juan ha toreado con recreo y regusto, con emoción auténtica de la verdad de su toreo, El entusiasmo llegó al cénit cuando al torear el de Puerto Real soberanamente al natural y en redondo, hizo gala de sus mondoñinas inigualables. Mató de una casi entera y certero descabello y se le otorgaron en justicia las dos orejas y el rabo de su enemigo, dando triunfal vuelta al ruedo y otra más en unión de sus compañeros de terna. En el quinto volvieron a jalearle las verónicas de saludo y pese a que el toro llegó a la muleta sosote y un tanto deslucido, estuvo con él muy bien, toreándole por redondos, naturales y de pecho, que merecieron música y ovaciones fuertes. Mató de dos pinchazos y estocada y fue premiado con una gran ovación, siendo paseado al final del festejo en hombros de los entusiastas.


La corrida de Salustiano Galache, bien presentada pero sin clase. Dieron el juego que queda reseñado en este comentario.


Y nada más, hasta mañana a esta misma hora, Curro Fetén, servidor, les desea muy buenas noches.



LA VIDA DE SEBASTIÁN PALOMO LINARES


Tomó la alternativa en Valladolid (1966) de manos de Jaime Ostos. Se retiró en 1982, aunque reapareció fugazmente entre 1984 y 1985. Su toreo se distinguió especialmente por su arrojo y por su espectacularidad.

Tras actuar por primera vez con traje de luces al participar, en 1964, en una de las llamadas “corridas de la oportunidad” organizadas en la plaza de Vista Alegre (Carabanchel, Madrid), debutó al año siguiente en una novillada con picadores celebrada en Ondara (Alicante). El mismo año en que tomó la alternativa toreó en cuarenta y nueve corridas y emprendió su primera campaña americana. No dejó de acudir a América ninguna de las temporadas en las que estuvo en activo, si bien a menudo éstas se vieron interrumpidas por graves cogidas, de las que no se libró ningún año.


Por su toreo fundamentado en el coraje, Palomo Linares ha sido considerado un diestro de raza, capaz de crecerse ante las dificultades, pero que no ha cuidado la depuración artística en la interpretación de las distintas suertes de la lidia. Se encerró en numerosas ocasiones como único espada: en San Sebastián de los Reyes (Madrid), en 1967, a beneficio de Manuel Álvarez el Bala; en Valladolid (1968), a beneficio del Montepío de Toreros; en Almería (1970), a beneficio del novillero Ángel Vázquez; y en la plaza de Vista Alegre, en 1971 y 1974. Compartió cartel a menudo con Manuel Benítez, el Cordobés, con el que protagonizó, además, la que se dio en llamar “campaña de los guerrilleros”: en 1969 se comprometieron a actuar juntos sin someterse a las exigencias de los grandes empresarios, y llegaron a torear de este modo sesenta y cinco tardes en plazas modestas.


Las temporadas en las que más actuó en España fueron las de 1970 (80 corridas), 1971 (79), 1973 (78), 1974 (71) y 1976 (80). En 1972, en la plaza de Las Ventas (Madrid) y alternando con Andrés Vázquez y Curro Rivera, cortó las dos orejas y el rabo al toro Cigarrón, de Atanasio Fernández, aunque su éxito fue polémico. Después de no haber vestido el traje de luces durante las temporadas de 1982 y 1983 y de haberlo hecho en treinta y cinco ocasiones en 1984, el 7 de mayo de 1985 se despidió del toreo en Granada, ante José María Manzanares y Emilio Oliva, con toros de María del Carmen Camacho, aunque en 1993 volvería momentáneamente a los ruedos.


Dedicado desde entonces a la cría de reses en su finca de Aranjuez, cultivó asimismo la pintura (con predilección por la abstracción y los temas taurinos) y realizó su primera exposición en 1988. En 1990 resultó gravemente herido en un accidente en el que murieron los demás ocupantes del vehículo. La vida del popular torero fue objeto de una película dirigida por Pedro Lazaga y protagonizada por él mismo: Nuevo en esta plaza (1966).


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