Vídeo de la sexta y última de la Feria de la Magdalena

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Unas de las imágenes más impactantes del fin de semana nos las dejó Alejandro Talavante con la corrida de Zalduendo en Castellón. Especialmente la arrucina que ilustra este artículo fusionó la magia con el valor de un torero que ha dado una gran dimensión en sus dos grandes primeras citas de la presente campaña. En el texto de Marco A. Hierro y las fotografías de Luis Sánchez Olmedo recuperamos la hazaña del diestro pacense:


"A nadie le gusta ver que el cartucho está mojado cuando tiene ganas de que le vean disparar. Máxime cuando encadenas dos cacerías para comenzar temporada donde las piezas cuentan, donde hay que estar. Las cobró Talavante en Castellón por su buena puntería tras buscar en la canana la solución secadora para tirar sin error.


Cierto es que se afogonan los tiros cuando la pólvora que cuenta tiene mojado el cartón, pero no lo es menos a estas alturas que debe mirar el cazador por el mejor material para derribar piezas. No lo fue en absoluto una corrida de Zalduendo bobalicona y sin raza en la que sólo el volumen del sexto recordó vagamente a un toro. Volumen digo, que no cara, porque hace ya mucho tiempo que no le pastan en casa los que levanten temor.


Mucho menos a un Talavante fino y metido que vino a disparar con fe y se llevó todo el mérito. Todo lo tuvo que hacer él desde que se echó la escopeta a la cara. O los trastos, que vienen a ser lo mismo en un ruedo a medio vestir. Supuró temple con la atolondrada movilidad de su primero, cuya pólvora mojada le había dejado una coz al penco que lo quiso herir. Lo supuró, y no era fácil con la liebre repetidora y molesta de cara suelta y muy arriba que vino a parecer poco para el majestuoso cazador. Compuso y lidió con inteligencia pero sin caer en el error de apretarle las orejas, porque quería triunfo y no pena, que hubiera sido lo más lógico que se sintiese por el bicho de haberle exigido emoción.


Emoción, que es lo que le falta a Zalduendo, porque la obediencia pasadora del quinto lejos está de ser materia prima para que Alejandro dispare. Puede apuntar y hasta hacer presa, pero no reventar tendidos, aunque su desorbitada clase le baste y le sobre a Alejandro para emerger sobre el toro. Ahí surgió en Alejandro vertical, desmayado en ocasiones, que ofreció distancia con buen tino y sólo se vio contrariado por la falta de fondo del Zalduendo. Muy despacio le dibujó naturales, que tomó el bicho humillado pero sin la raza suficiente como para no protestar y empujar la tela. Poco enemigo el Zalduendo para un Talavante en gracia.


Mojado estaba el cartón de los cartuchos toreros por la raza de una zalduendada mentada por incomparecencia, y no estamos hoy para bromas si buscamos más verdad. Miedo, y no lástima, ha de dar una corrida, y esta que cerró feria sólo sirvió para cabrear”.


Marco A. Hierro


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