GONZALO RUIZ/ladivisa y www.elcomercio.com

​Álvaro Mejía cortó dos orejas y salió a hombros. Hinojosa y Samper, con una oreja cada uno.

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Álvaro Mejía cortó dos orejas y salió a hombros. Hinojosa y Samper, con una oreja cada uno.




La feria taurina organizada en la Plaza Belmonte terminó con buen tono. El rejoneador Álvaro Mejía compleóo una lucida actuación cortando dos orejas simbólicas. Una oreja cada uno obtuvieron los matadores Juan Francisco Hinojosa y Álvaro Samper.

Se lidiaron cinco toros de los hierros de Triana y Ortuño. Destacó con nitidez el toro de rejones, bravo y pronto, que se prestó para el espectáculo.

Los tendidos lucieron una buena presencia de gente que rozaba el lleno y el ambiente fue muy agradable.

Juan Francisco Hinojosa cumplió una buena actuación iniciada con brillo en el toreo de capa por verónicas y chicuelinas. Un quite celebrado, otra vez por chicuelinas, y un trasteo que inició por alto con la muleta para continuar con una buena serie por derechazos, sin duda, el mejor pitón del toro, por donde consiguió los mejores pasajes pese a la intermitencia de la embestida, donde la res acusó querencia. El diestro expuso en naturales en tablas y cerró su labor con adornos. Oreja simbólica y vuelta aplaudida.

A Álvaro Samper le cupo en suerte un toro de Ortuño, de buena lámina pero que salió inutilizado y que embistió bien al caballo y luego fue sustituido por un sobrero de Triana. El segundo bis dio buen juego con la capa y repitió en las chicuelinas. Un gran tercio de banderillas protagonizaron El Patatas y El Bille quienes se desmonteraron para saludar la ovación.

La faena de muleta de Samper fue de porfía y ganas y merced a su entrega el público le tributó una ovación y con una oreja paseó muy aplaudido en la vuelta al anillo.

Precioso era el toro de Triana que hizo tercero pero enseguida acusó su mala condición y José Alfredo Cobo no pudo hacer nada. Silencio.

El toro de Ortuño reseñado para rejones era de buenas hechuras y dio un excelente juego. Pronto, repetidor, vibrante, propició un fin de fiesta de excelente recuerdo. Alboroto de nombre, contagió sus cualidades al tendido. Hasta tres rejones de castigo hubo de colocar Álvaro Mejía ante un toro que pedía guerra. La faena fue variada y lucida y el tercio de banderillas en los quiebros, cuarteos y la colocación el violín, dejó más de un apuro pero una muestra de progresos como caballista y torero.

Al finalizar el festejo los matadores se fueron aplaudidos y Mejía a hombros.

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