Los tiempos adelantan que es una barbaridad

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Mi historia de hoy es, nuevamente, de tipo exprés.


La mía historia versa sobre el debate y posterior votación de ayer sobre la reforma, o reformilla, de la ley del aborto.


El tema es suficiente delicado como para entrar en profundidades pero los hechos de ayer si dan para la anécdota.


Como que 4 diputados del partido postulante, el del gobierno, se abstuvieran, y una diputada votara en contra. Sin entrar en mayores valoraciones y respetando el voto en conciencia y esperando no sean sancionados por entender que la disciplina de voto contraviene los más elementales derechos democráticos del individuo, ¡ojalá se produjeran más votos críticos en todos los partidos!, es chocante que el gesto pretendido del PP hacia sus votantes de antaño se haya entendido como una débil mueca fragmentando la formación y creando un caldo de cultivo de dispersión del voto o alimento de la abstención donde las consecuencias de futuro de no gobernar el partido popular, no es de volver a la ley González del 85, sino retornar a la ley Aido.


Claro que como decía el torero, “en mi hambre mando yo” o aquello de “prefiero agonizar de pie a la espera del tiro de gracia que morir de rodillas”.


¡Suavín, suavín, que con las cosas de comer, no se juega! No vaya a ser peor el remedio, pese a ser un parche que la enfermedad proabortista de las del “montón” abanderadas por la patética Carmencita, la becaria metida a portacoz en estos temas.

Así lo debió de entender Pedro Sánchez votando a favor de la reforma de los populares, bien por devolver las lisonjas a Felipe o por darle en el “bebe” a Zapatero.


Dicen que se equivocó al querer pulsar con el muñón, incluso ha pedido disculpas, o a lo peor, en ese momento, y tratándose que la reforma solo concernía a frenar la monstruosidad que niñas de 16 y 17 años donde ni pueden conducir, por ejemplo, y que para participar en un sinfín de acciones, para abortar no necesitan la autorización paterna, su conciencia, la de Pedro Sánchez le recordó que es padre de dos niñas de 9 y 7 años.


¡Y los tiempos adelantan que es una barbaridad!


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