"La mala leche no me hizo falta aprenderla de ella. ¡Es cosecha propia!"

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Mi historia de hoy es personal e intransferible, pero quiero compartirla con ustedes.


En la vida profesional de las personas se suceden ciclos diversos. Unos más largos otros menos, y alguno efímero; más si la carrera es profusa y dilatada. Algunos de estos periodos marcan como hierro a fuego y de una forma u otra te cambian la vida; unas veces para bien y otras, no tanto. Siempre pesan más, por agradables, los positivos. Y este es el caso.


El más reciente ha sido volver a mis orígenes de locutor todoterreno, total, éste verano con la reedición, pasados más 30 años, del Tiempo de Fiesta las tardes del fin de semana, culminado con este Paseíllo, desde septiembre que es un nuevo amanecer profesional en una carrera, por ley de vida, más cerca del crepúsculo. De ahí mi agradecimiento a esta casa; pero esto hoy no toca.


El otro cambio de ciclo herrado en la paletilla fue en el año 86 cuando asumí la dirección de la redacción taurina en la Cope, y así durante 20 años que me lo han dado casi todo, pero t

ambién me habían anclado a un monotema.


Pero todo tiene un inicio. Fue en el año 1984, septiembre, cuando entre, quizá uno de los mejores directores generales de la radiodifusión, José Andrés Hernández me cambió el rumbo y vendió mis cualidades a Encarna Sánchez y ésta se las compró, confió en mí, para responsabilidades más allá de un redactor, como por ejemplo ser su sustituto en la conducción de un programa que ya, en aquel entonces, tenía repuntes cercanos al millón de oyentes. Entre periodos vacacionales, sustituciones puntuales por diversas causas etc. creo fueron, alrededor de 100 programas asumiendo el protagonismo, siempre desde la lealtad, y sabiendo que no era más que el suplente, en la franja de tarde de la que por entonces era cadena alternativa en el liderazgo de la radio.


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Fue un año largo. Pero me cundió para curtirme como si hubiera sido una década: aprender a dirigir, a crear una filosofía, trabajar en equipo, repartir juego y sobre todo dos conceptos: la escrupulosa selección de temas y personajes idóneos para cada momento y, esencial la técnica del balanceo, la dosificación, las curvas de inflexión y el equilibrio de la pauta. Métodos que manejaba otro genio de la estructura del periodismo radiofónico, que lo mamó de los pechos de la jefa, Pedro Pérez, otro enfermo de la radio, como creo, desgraciadamente, habremos pocos, lo digo con orgullo y sin falsa modestia.

Yo había bebido de las fuentes de maestros como Joaquin Prats y Castaño en cuanto a dinamizar los magazines, la etapa de Luis del Olmo en combinar lo útil con lo sutil y lo fútil. Luego vendría Herrera que comenzó después y tampoco es ajeno a cosas de Encarna; y por supuesto García, por aquel entonces también en la Cope. La parte buena de Navalón fue mi norte cuando me exclusivizaron en la información taurina. Pero, por muchos motivos mi crecer a la sombra de Encarna, su tutelaje y sus enseñanza, el sacarme lo mejor de mí en momentos decisivos para cimentar el futuro no se pueden olvidar, de por vida, por muchos éxitos –afortunadamente- que hayan jalonado después una carrera.



El domingo hizo 19 años de la muerte de Encarna, “la jefa” siempre.


Por ello entenderán que en unos minutos le rinda tributo de reconocimiento recordándola con Pedro Pérez y Juan Luis Galacho que también fue parte de su equipo.


Bueno por eso, y porque se cumple el aniversario de ausencia de una gloria de la radio española que nunca podrá escribir su historia sin dedicarle, al menos, tantas páginas como al que más. Y porque en su género específico, 19 años después, sigue siendo la mejor.


¡Ya se que eso a muchas y muchos escuece! Pues razón de más.

La mala leche no me hizo falta aprenderla de ella. ¡Es cosecha propia!

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