Ureña, a hombros con Román, ofrece una tarde de toreo caro ante un corridón de Luis Algarra

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JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO

Un mano a mano entre Paco Ureña y Román era el que planteaba la plaza de toros de Valencia para la tercera de abono de su Feria de Julio. Se lidiaban toros con el hierro de Luis Algarra.


Ya fue predispuesto al toreo Ureña en las verónicas a pies juntos del abreplaza, un animal al que le recetó media docena de ellas para sentir el toreo por ese palo. Toro inquieto tras la doble vara recetada por el piquero, que tenía mucho que lidiar y que manseó en el quite de Román. Pronto se le olvidó a Ureña la guasa que tenía el animal, un toro para enterrarte o encumbrarte si el corazón no puede a la razón. Y la segunda, que en cualquier otro mandaría macheteo y toledana, en el murciano pidió sólo milímetros entre pitón y safena en los estatuarios de inicio, pidió plantas heladas donde el fuego del de Algarra derretía los talones en la primera serie por la diestra, pidió firmeza cuando la liviandad de huir hubiese sido lo más fácil. Por eso Ureña cantó el toreo que llevaba dentro e hizo olvidar los fantasmas que los dos extraordinarios de El Puerto de Madrid y Pamplona dejaron en el eco de sus detractores. Oreja tras la estocada trasera pero fulminante.


Burraco era el segundo, animal al que le sopló dos largas cambiadas Román para plantear el toreo capotero aprovechando la inercia del animal. Por abajo fue el inicio de muleta tras brindar a los médicos, cambiándole el viaje al animal con el cuerpo genuflexo. Y así fue tirando de la movilidad del de Algarra, hasta que una voltereta mientras lo toreaba en la que cayó con la cadera de fea forma hizo que se revelase el matador. Y en esa conquista por hacerse con el tendido, ya arrebatado, fue la diestra y un excelso cambio de mano por la zurda lo que determinó a sus paisanos por quedarse con su concepto en la cesta. Las manoletinas finales, la estocada con el enemigo sin ayudar y el caloret de su afición hicieron el resto para pasear la oreja. La actitud, una voltereta, la movilidad del Algarra y una estocada efectiva propiciaron el premio.

Se le pudo descordar a Ureña el tercero tras la voltereta que sufrió de inicio, animal cuidado en varas y por Román en el quite. Fue clave la lógica de elección de terrenos en la faena al segundo, al que Ureña optó por pasaportar en el tercio. El aprovechar la inercia del de Algarra cuando se aburrió en el final de faena llevó a Paco a tirar de la movilidad por abajo del astado. Y ahí caló arriba. También supo ser egoísta con ese defecto del toro en un epílogo por la izquierda en la que propuso el gobierno por abajo cuando el enemigo siempre salía por arriba con la cara cuando escupía la franela el matador. Y mandó Ureña. Y mató, pero el palco decidió unilateralmente no otorgar un premio que pidió la plaza.



Todo un arrimón se pegó Román frente al cuarto, animal aplaudido por su presencia de salida con el que saludaron en banderillas Raúl Martí y El Sirio. Y se pegó a los pitones cuando, en la segunda tanda, el de Algarra dijo basta. Espada en mano, Collado mató bien.

Hacia atrás le anduvo Paco Ureña al montado quinto, animal que recibió dos importantes varas arrancándose de lejos. Porque aprovechó la casta del de Algarra para transformarla en magia de toreo, para abrirle el compás y pisar el terreno del compromiso, para trazar en redondo y llevar embebido el viaje de un toro con movilidad y humillación para reventar su status. Tuvo Paco el compromiso de imponer al castaño al natural su ley, de llevar el alma por los suelos y de partir el estaquillador entre los pitones de bajo que llevó la proposición de los chismes al natural. Hasta la misma cinta le enterró al encuentro la toledana, que fue acero de oxígeno para la temporada de un torero al que el hule intentó arrebatarle el sitio y sus cojones le han hecho llevarse a su esportón el orgullo de ganarle el duelo a la enfermería. Dos orejas y vuelta al de Algarra.

A punto de llevárselo por delante estuvo el serio sexto en la portagayola de Román. Al quite entró el subalterno Víctor Manuel Blázquez por chicuelinas. Fue una faena de voluntad ante un animal que mantuvo la movilidad, la emoción, la casta y que quiso tomarla en todo momento por abajo. Aprovechó esa condición Román para sacarle tandas que llegaron arriba y pasearle la oreja tras estocada.


FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Valencia. Tercera de la feria de Julio. Corrida de toros.

Toros de Luis Algarra, de vuelta el quinto.

Paco Ureña, oreja, vuelta y dos orejas.

Román, oreja, silencio y oreja.

FOTOS: PLAZA TOROS VALENCIA

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